miércoles, 18 de abril de 2018

LOS ELEGIDOS (Captiulo 4)




LA EXPEDICIÓN
El sol ya iluminaba el poblado con sus rayos, los niños estaban acabando de desayunar cuando un elfo fue hasta ellos metiéndoles prisa. Carlos que así se llamaba, era gruñón, serio y muy fuerte. El tendría que vigilar y controlar a los niños sin que tuviera la paciencia necesaria para esos menesteres.

Viro, que todavía estaba dolorido del combate, hablaba con Pegaso en cómo repartir al grupo y llevarlos sobre sus lomos. Cuelebre que era el más joven y travieso quería llevar a los niños

¾    No Cuelebre. No eres todo lo responsable para llevarlos a ellos, tú llevaras a los Elfos (Viro tomaba el mando del grupo siendo él junto con Xavier, el elfos más sabio y el de más edad, que rumbos tomarían)

¾    ¡Pero disfrutarán del viaje si vienen conmigo! Vosotros sois viejos y aburridos (Cuelebre contestaba con la voz grave y con el tono molesto)

¾    Cuelebre ya has oído a Viro, eres muy joven todavía. Ellos deben de cumplir la misión y nosotros debemos de protegerlos (Pegaso con tacto le hablaba a Cuelebre para que no se enfadase) Todos nosotros debemos de estar unidos y seguir a los más sabios en esta partida.

Xavier que estaba escuchándolos quiso parar la discusión ya que el tiempo apremiaba. Con voz serena pero firme, ordenó quien llevaría a quien

¾    Viro, llevarás a las Nagas e irás delante puesto que tienes la mejor vista y en caso de peligro las Nagas usarán su magia. Pegaso, tú llevarás a los humanos puesto que eres el más rápido para sacarlos en caso de peligro. Cuelebre, tú nos llevarás a nosotros.

¾    Perdonen que les interrumpa (Belén se dirigía con la mirada a Xavier) ¿Está muy lejos a donde vamos?

¾    Nos queda un largo viaje y mucho que enseñarles por el camino. Cuanto antes lo emprendamos, mejor para todos y sobre todo para la misión. (Respondía Xavier con la voz serena y con la mirada penetrante analizándola)

Ya camino de la misión iban en fila de a uno, con Viro abriendo el paso. Sus ojos miraban cada rincón, hasta el mínimo movimiento de un conejo, lo detectaba. No veía peligro hasta que Cristina, una de las Nagas, lo avisó de un peligro inminente. Un escuadrón de dragones negros se aproximaba con las ánimas. Cayo había desplegado a su ejército en busca y captura de las gemas y el Gran Adamas. Los niños tenían que ser capturados vivos puestos que sin ellos, no podría escribir en las tablas.

¾    ¿Por qué lado se aproximan, Cristina? ¡Rápido Pegaso! ponte detrás de mí, Cuelebre pon a los Elfos a lomos de Pegaso y ven a mi lado. (Viro daba las órdenes sin poner nerviosos a los muchachos)

¾    Por tu derecha Viro (Advertía Cristina) Vienen también por el frente

¾    Pegaso ya sabes, galopa veloz hacia las montañas allí te ayudaran los duendes rojos. Nagas iros con ellos y poneros a salvo. Si todo sale bien nos veremos en el poblado de los Duendes Rojos y si nos retrasamos, nos encontraremos en El Refugio de los Magos. ¡Qué la fuerza y la magia vaya con vosotros! Cuelebre no ataques hasta que yo dé el aviso. Esto será cuando estén cerca y los alcance tu fuego.

¾    Los mataré a todos Viro, ninguno es más fuerte que yo (Cuelebre se enorgullecía de ser el mejor. Sus escamas eran tan duras que nadie lograba traspasarlas) Déjame ponerme al frente

¾    ¡No! (Viro lo miró enfadado) Catoblepas está cerca y seguro que nos echa una mano. Nagas no me habéis oído, iros con Pegaso

¾    No Viro. Déjame en esa montaña y te ayudaremos no creo que Cato llegue a tiempo. (Julia la Naga de más edad y la mejor maga, sabía que sin su ayuda fracasarían. Su espejo mágico, le había mostrado a Cayo dirigiendo al escuadrón) Usaremos nuestra magia para equilibrar las fuerzas.

¾    Es peligroso Julia, pueden matarte (Viro sabía que necesitaba toda la ayuda posible pero temía por ella) De acuerdo, os acercaré a las rocas y vosotras dos la ayudaréis. Mejor las tres juntas.

Ya las nagas posicionadas en las rocas veían como los dragones negros se acercaban tomando posición de defensa Viro y Cuelebre, que les esperaban a una distancia prudente entre ellos, para comenzar la lucha en campo abierto. El escuadrón de los dragones negros era de 20 siendo la desventaja notable, en esos momentos en los que Viro todavía estaba dolorido del combate anterior. Elena que era la Naga más inquieta, enseguida sacó su barita para comenzar la defensa. Julia le bajó el brazo

¾    ¡No! Cayo está mirando y mejor que de momento no nos vea. Esperemos a que se despiste un momento para lanzar nuestro ataque.

¾    ¿Lo estás viendo, Julia? (A Elena le temblaba la voz, con tan solo nombrarlo)

¾    Si. Está en su castillo con Tosco en su hombro. Cuando yo levante mi barita vosotras lo haréis también. Cristina tú lo harás por la izquierda, y tu Elena por la derecha. Yo iré por la retaguardia y los cogeré por sorpresa.

¾    ¡Pero Viro dijo que no te dejáramos sola! (Cristina tenía miedo de separarse, era muy peligroso enfrentarse a las fuerzas de Cayo, el mejor de todos los magos)

¾    No rechistes y sigue mis órdenes. Saldremos de esta (Julia las calmaba, sabía lo que hacía, su espejo mágico se lo mostraba)

Los Dragones Negros se dividían dando ventaja a nuestros amigos, Viro astutamente, se fue a por el que estaba al mando deshaciéndose primero de los dragones que lo estaban escoltando, ahogándolos con las garras y con su pico de oro le arrancaba el corazón al jefe del escuadrón. Cuelebre, con su fuego envenenado luchaba con el segundo al mando, así, como con dos más. Los fogonazos se intercambiaban siendo más potentes los de Cuelebre que iluminaba con colores amarillos, naranjas y rojos el universo donde las estrellas se escondían por el calor que desprendían. Los dragones negros al ver que sus jefes al mando habían caído, no seguían ninguna estrategia que pudiera derrotarlos enfureciendo a Cayo que al verlo desde el castillo, daba instrucciones a un tercero para que tomara el mando y los dirigiera. Tenía que matar a Viro que era el más astuto en asuntos de estrategia.

¾    ¿Pero qué es eso? (Cayo vio a las Nagas y con un enfado descomunal por no a verlas visto primero, fue a paso rápido en busca de su barita) ¡Serán brujas tontas! Creer que me van a ganar ¡Qué estúpidas! Tosco ve veloz como el rayo hasta Julia que es la mejor de ellas y quítale el espejo mágico. Yo emplearé mi magia para detenerlas.

Cayo usó su barita y se tele transportó hasta el lugar frente a las rocas donde estaban las Nagas para comenzar su ataque. La energía poderosa que salía de sus manos, mandando una ráfaga directa e intensa de magia… Primero paralizó hasta hacerla estatua a Elena que era la más débil, Cristina al verlo, avisó a Julia que estaba pendiente de Tosco, que se acercaba, sin dejar de mirar su espejo y percibiendo que Cayo estaba más enfadado de lo habitual llegando a ser un enemigo muy peligroso. Julia con grandes reflejos, empleó su mejor magia para combatirlo, enviándolo toda su energía en forma de rayo.

¾    Cristina a tu izquierda junto conmigo, empleemos nuestras fuerzas juntas hacia Cayo. ¡Ahora!

¾    Jajaja (Cayo con la risa irónica pero sin descuidarse sabiendo la habilidad de Julia, con el rayo eléctrico que las zarandeaban, intentaba desanimarlas) No seáis estúpidas, no tenéis nada que hacer para vencerme. Sabéis cual será vuestro final. Vivir para siempre en el inframundo. (Cayo se jactaba viendo su victoria)

Cuelebre que vio a Cayo como se dirigía a las Nagas, le lanzó una llamarada haciéndole caer al vacío a la vista de Tosco, un cuervo grande para su especie, que al ver que su amo caía en picado al vacio, voló en su auxilio dejando a Julia que se escapase. Cuelebre fue a buscarlas lo más rápido que pudo dejando a que Viro terminase con los últimos Dragones Negros que tenia arrinconados, rematándolos con rapidez para ir con Cuelebre al rescate de las nagas. El mayor enemigo y el más peligroso, andaba cerca. Era tiempo de huir.

Pegaso llegaba hasta el poblado de los duendes rojos, con todos a salvo pero con el nerviosismo de haber dejado a sus amigos solos y en desventaja ante el peligro. Confiaba en Viro, sabía que era un valiente guerrero y muy audaz en asuntos de batalla pero los dragones negros eran mercenarios de Cayo, al que sólo, había derrotado hacia tiempo un mago que estaba en tierras del Nuevo Mundo. Cayo que había sido un hombre noble y el mejor alumno de la escuela de magia hasta que la codicia se fue apoderando de él, para llevarlo por el mal camino llegando a matar a sus amigos y a los mejores brujos para obtener sus sangres, que echaba en pócimas, y así adquirir sus sabidurías. Con esto, conseguía hacerse cada vez más poderoso.

Los duendes, que habían sido avisados de la llegada de los forasteros, fueron a recibirlos con mantas una vez que Pegaso se echaba sobre la hierba para que desmontaran, sin dejar de mirar a los elfos para que estuvieran en guardia. Xavier sabía que Cayo los descubriría ya que tenía ojos en todas partes y aunque los duendecillos eran discretos y amigos, alguno podía haber avisado de su llegada al poblado

Marco y Manuel parecían ajenos a los peligros y disfrutaban con cada viaje a lomos de Pegaso, siendo para ellos una diversión continua.

¾    Aya ¡Es una pasada! (Marco hablaba a su abuela como si acabara de bajar de una atracción de feria) Es mejor que cualquier tiovivo del mundo, cuando se lo cuente a mis amigos no me van a creer.

¾    ¿Quieres tranquilizarte, Marco? No des alas a tu hermano que ya sabes como es. (Dalia miraba a Belén, las dos veían que de aquella no salían con vida)

¾    Será mejor que alguien nos diga algo más de lo que sabemos. Dalia emplea tus dotes de periodista y pregunta con tacto. Creo que si unimos nuestras informaciones seremos más fuertes ¿No crees? (Belén buscaba el beneplácito de su amiga, que era más sutil y con el temple adecuado)

¾    No estoy segura de querer saberlo todo… Ya estoy mayor para tanta batalla, y lo único que deseo, es que acabe esta pesadilla, despertarme y estar en mi cama y pensar que todo ha sido un sueño. (A Dalia le temblaban las piernas, cosa extraña en ella pero la situación no era para menos)

¾    No me creo que no quieras saber lo que nos espera. Yo creo que ese elfo, el más viejo, sabe todo lo que tenemos que hacer y donde está el lugar sagrado. ¡Tienes que ir! Tienes que preguntarle. (A Belén le podía la curiosidad)

¾    ¡Está bien! Lo haré cuando estemos todos algo más relajados.

Cayo estaba furioso porque no sólo Viro se le había escapado si no que también, había perdido la pista a los niños con El Gran Adamas. Llamó a Cadejo para que indagara entre los poblados si habían visto a los niños. Cadejo no tardó en presentarse ante él.

¾    Aquí estoy mi señor, a las órdenes del mejor Brujo de todos los tiempos. Sus órdenes son alabanzas para mí. (Cadejo siempre le hacia la pelota en demasía a Cayo, no por admiración si no por miedo. Cayo lo sabía pero siempre lo utilizaba en su beneficio) ¿En qué puedo ayudar esta vez a mi señor?

¾    Cadejo necesito que te transfigures en humano y vayas al norte, a Bretaña. Allí están los niños que llevan El Gran Adamas. Quiero que averigües donde están que yo veré por tus ojos. Ten cuidado y no hagas demasiadas lamentaciones que pueden descubrirte las Nagas. No quiero un fracaso, los quiero a ellos vivos.

¾    Pero mi señor yo soy un espíritu de la noche, la luz del sol me ciega y sin mi lana mucho tiempo no sé si podré cumplir la misión que me encomienda… Y aparte no sé cuántos niños son.

¾    ¡Estúpido! Ya te dije que yo veré por tus ojos, te avisaré haciendo que tu cuerpo sienta una sacudida en cuanto los vea o te estés pasando. En cuanto a la luz solar lo tengo todo pensado (Cayo fue por un frasco pequeño donde tenía una pócima) Bebe esto y te protegerá del sol. Toma estos dos frascos ya que el efecto de cada frasco te durará cuatro días. Vete y quiero noticias cuanto antes.

Cadejo llegaba a Bretaña en donde Cayo había perdido la pista a Viro y sus amigos. Comenzó a preguntar a los más jóvenes duendes que salían a su paso invitándoles a licor. Con ello conseguía emborracharles y sacarles alguna información en caso de que la tuviesen. Todo era negativo, ninguno había visto a los niños. Cadejo prosiguió su camino con el temor de no encontrarlo y que Cayo lo enviase al inframundo. Pensó que era hora de preguntar a los jefes de los poblados, aún sabiendo, el riesgo que corría si Viro fuera avisado.  Una vez se habían enfrentado en una batalla, derrotándolo Viro y habiéndolo perdonado, también fue avisado que a la segunda vez que se enfrentasen, lo mataría. A Cadejo le temblaban las piernas solo con pensarlo.

En el poblado de los duendes rojos estaban en una cabaña, hecha de troncos de madera sujetas con lianas de árboles. Dalia y su amiga, se estaban acomodando cuando el elfo Carlos las llamó, para reunirse todos y preparar los víveres y partir hacia el nuevo mundo. Sería una travesía dura puesto que no tendrían mucha defensa ante los ojos de Cayo. Estarían en mar abierto, sería un blanco fácil para ser derrotados.

La noche ya asomaba decorada de luces brillantes, cuando a lo lejos Pegaso advertía la presencia de Cuelebre con su volar travieso. Miraba con el cuello estirado pero no llegaba a ver a Viro. Marco que estaba con Pegaso, acariciaba su lomo con mimo, trataba de calmarlo. Manuel que jugaba con los duendecillos al escondite, vio como un hurón lo miraba y se escondía, los duendecillos al ver al hurón, corrieron despavoridos mientras Manuel riéndose se iba en su busca logrando cazarlo. Con el hurón en sus manos intentó levantarlo, como hacia su abuelo cuando iba de caza, y enseñárselo a Marco para que lo viera pero el hurón se escapaba de sus manos, pesaba bastante para la fuerza de Manuel que se enfadaba entre las risas de Marco y Pegaso que vieron toda la escena.

Pegaso seguía con un ojo a los niños y otro en el cielo en busca de Viro, pero al que veía era a Cuelebre que llegaba hasta él, haciendo una pirueta para aterrizar. Con sumo cuidado dejaba a Elena sobre la hierba, ayudándole los duendes a sacarla de su boca. Elena todavía estaba petrificada, y nada hacía presagiar que se curara. Carlos que estaba enamorado de ella, fue a recogerla en sus brazos para llevarla hasta Sam, el curandero del poblado.

¾    Cuelebre no veo a Viro ¿No lo abandonarías a su suerte?

¾    Tranquilo Pegaso, que ahí viene con las otras Nagas. Está herido, creo que Xavier tendrá que emplear toda sus sabiduría para curarle pronto.

Viro aterrizaba con problemas en una pata, a la que un Dragón Negro había alcanzado con su llamarada quemándosela. Su cuerpo estaba dolorido y su cara llena de moratones, pero con la elegancia que le caracterizaba, mantenía su cabeza erguida y con su mirada algo caída, pedía ayuda a sus amigos. Julia lo había guiado y con su barita e hizo lo posible, para que el vuelo fuera todo lo rápido y nada doloroso que con su magia podía Ahora le tocaba a Xavier encontrar las hierbas para curarlo. No podían permitirse el lujo de partir sin él.

¾    ¡Estoy bien, amigos! Solo necesito un poco de descanso y como nuevo.

Viro no lograba guardar equilibrio, se balanceaba de un lado a otro. Hasta que perdió el conocimiento. Cuelebre al verlo, fue a por Xavier, el nerviosismo se apoderaba de todos en pensar que Viro se moría. Xavier por el camino iba pensando como restablecerlo lo antes posible. Se apeo y comprobó el estado de las heridas,

¾    Se pondrá bien, muchachos (Xavier los tranquilizaba) Solo necesito unas hierbas que se encuentran en aquella colina de la que me traéis apio, arándanos y árnica. También hojas de almendro… Pegaso ve a buscarlas con Cristina, yo avisaré a las mujeres del poblado que pongan agua a hervir. Dalia y Belén necesito paños limpios para taparle las heridas.

Carlos llegaba al poblado con Elena en sus brazos, un sudor frio le corría por el cuerpo, al ver que ella no reaccionaba. Sam al verla, agachó la cabeza, a sabiendas que su estado era muy delicado, sin decir nada, dejo que Carlos con mucho cuidado la acostara sobre un lecho de paja tapándola con mantas. Sam comenzó por echar a todos de la cabaña, siendo el primero Carlos. Quedaba adentro con él, la más vieja del poblado y su ayudante y aprendiz de curandero.  Cayo había empleado su magia negra, siendo la petrificación demasiado fuerte como para qué volviera a ser la misma. Sam trató de quitarle el hechizo pero sus facultades mentales no quedarían bien paradas, tenía posibilidades de quedase muda y por su mente pasarían episodios de locura. Eso, o la muerte. No había más esperanzas para ella. Después de cuatro horas con ella y lograr que mal viviera Sam salió para hablar con Carlos.

¾    No hay nada que hacer. No conozco ninguna pócima para curarla. Elena no podrá continuar el viaje y debemos de enviarla a su poblado y que sus jefas decidan qué hacer con ella.

Carlos levantó la mirada al cielo en busca de esos Dioses que los habían abandonado

¾    ¡Juro que no descansaré hasta dar muerte a Cayo!… Eso o morir en el intento. Lo maldigo una y mil veces

Carlos volvía a entrar en la cabaña con las lágrimas, que con su orgullo olvidado, las dejaba deslizarse. La acarició el rostro que parecía mármol, la besó en los labios.

¾    Te odio porque te amo… Te amo Elena. Nunca dejaré de amarte y siempre te llevaré en mi pensamiento. Te quiero como jamás he querido y querré a nadie.

Salió con el corazón derrotado, no hubo un mal gesto, no buscó la mirada de un amigo que lo compareciera, al paso que daba acercándose a ellos para informales de la pérdida de una de sus miembros. Julia que no había ido a ver a su discípula, quedándose a cuidar a Viro, se lamentó de su fracaso. El perder a una naga era que su estrategia y su magia no habían sido buenas. Cristina se apresuró, con la tristeza en el rostro, a consolarla. Dalia, que era la que más hablaba con ella, se fue en silencio y rezando en cada paso lento y cuesta arriba que iba dando. Todos guardaban silencio y hasta Viro con la cabeza agachada suspiraba. Elena era la más tierna y tímida, la que enseguida se ofrecía ante cualquier contratiempo. Julia y Cristina junto a Xavier y Belén fueron a despedirla, sin percibir que Carlos se encaminaba hasta la cima de la colina, donde mirando a un cielo pesado, sus lamentos retumbaron en el valle reproduciendo ecos atormentados. Sus amigos al escucharlo, se les iban nublando los ojos, se les estremecía la piel y la voz se les entrecortaba.

Los Duendes Rojos gente hospitalaria de corazón noble y amigos de sus amigos, hicieron una especie de camilla con palos y hojas secas donde colocaron a Elena, amarrándola para llevarla a su poblado. Elena, inmóvil y con sus ojos desorientados no se enteraba de lo que ocurría. Todos hacían pasillo con un clamoroso silencio, a la vez, que inclinaban la cabeza al paso de los duendes, que la alzaban en señal de respeto y reconocimiento a la heroína, que dio su vida para que la misión continuara.

Habían partido los duendes con Elena, cuando Sam, se iba en busca de Xavier para saber cómo estaba Viro y hablar de los peligros que todavía les esperaban. La travesía al Nuevo Mundo era una incógnita, no sabía cuando tardarían en llegar ni cuantas dificultades aún les aguardaban. Sam encendió una pipa y con la voz serena y mirando a Xavier, le habló,

¾    Xavier nosotros podemos construiros una barcaza para la travesía, pero será lenta si no tenéis más ayuda y no podréis llevar muchos víveres con el poco tiempo que tenemos. Tengo un amigo que igual os puede ayudar. Hablaré con él a ver qué dice.

¾    Te lo agradezco Sam, toda ayuda que tengamos será poca ante el alcance de Cayo. Ya sabemos de lo que es capaz y lo que necesitamos es gente valiente que no le tema y por supuesto que de la vida por la misión. Julia es la que vio que teníamos que ir al Nuevo Mundo y está en contacto con un Brujo que ya derrotó a Cayo, esperemos que esa conexión no se pierda.

¾    ¿Y los humanos ya saben todo en cuanto a la misión?

¾    No lo sé… Una de las mujeres, la más clara, creo que es la que más sabe pero su ímpetu es demasiado atrevido para lo que nos espera. La otra es más serena y tiene más temple. De confiar en alguna creo que sería en la tostada.

Detrás de un árbol estaba Peter, un duende rencoroso y malo que estaba escuchando a Xavier y a Sam lo que estaban planeando. Peter y su hermano Henry, se habían enfrentado en una lucha a vida o muerte para saber quién de los dos sería el nuevo Jefe del poblado. Su padre había muerto sin elegir un heredero. Peter era codicioso y vanidoso, no soportaba que el resto del poblado se igualase a él. Él tendría la mejor cabaña y todos trabajarían para él y su familia llevando al pueblo a una esclavitud hambrienta y humillante. Henry que era bondadoso, trabajador y amigo de sus amigos, no quería luchar contra su hermano pero los viejos del poblado así se lo exigieron viendo lo que les esperaba. Henry que era más fuerte, no quiso ni pudo matar a su hermano, saliendo victorioso de la contienda y proclamado por el pueblo como el nuevo Jefe, ordenó a su hermano al destierro, lejos de ellos.

Peter se fue sigilosamente sin que lo viera nadie hasta el poblado de los duendes morados, donde podía entrar siempre que llevara información, del que había sido su pueblo. Los duendes morados eran gandules, amigos de la juerga y enemigos de los duendes rojos a los que saqueaban, cuando estos dormían. Peter entraba en la cantina donde estaba Cadejo, éste al verlo, se imaginó que era un desterrado y duende de poco fiar para su pueblo.

¾    ¡Hola! Tú también eres forastero, por lo que veo. ¿Qué tal este pueblo y qué haces lejos del tuyo? (Preguntó Cadejo como si no le importara)

¾    Este es mejor que el mío. Al menos aquí respetan las clases sociales y a sus Jefes. Yo soy del poblado de los duendes rojos pero allí el Jefe es mi hermano que no sabe emplear la mano dura.

¾    ¿Por casualidad…? No nada. No creo que tú sepas

¾    ¿El qué? Pregunta. Yo sé más respuestas que las que imaginas

¾    Si pero esto no, no creo que lo sepas

¾    Venga dispara flecha que seguro que si lo sé (Peter se ofendía ante la poca delicadeza que mostraba el extranjero)

¾    ¿No habrás visto a dos niños con dos mujeres con una escolta de un grifo, un corcel, un dragón, elfos y nagas?

¾    ¡Pues claro, que lo sé! Están en mi poblado, el de los duendes rojos. Y escuché a Sam, el curandero, hablar con un elfo viejo de un viaje al Nuevo Mundo. Creo que también oí algo sobre ir a El Refugio de los Magos, pero de esto no estoy muy seguro yo trataba de que no me vieran. ¿Por qué quieres saberlo?

¾    Son amigos con los que había quedado pero me retrasé y los perdí. Gracias amigo por tu información, permíteme invitarte a esta ronda. (La sacudida que había recibido Cadejo le había inquietado, era la señal de Cayo para salir a encontrarlos)

¾    “Cadejo ve al poblado pero no te dejes ver (La voz de Cayo le hablaba a través del viento metiéndose por los oídos de Cadejo) Escóndete tras los matorrales que encuentres y así pasarás desapercibido para las Nagas. El grifo está herido y seguro que no está haciendo guardia pero cuídate del dragón.”

En el poblado de los Duendes Rojos estaba todos atareados en el suministro que tenía que reunir para los huéspedes en su partida hacia mar abierto. Xavier había decidido que cuando estuviesen en El Refugio de los Magos, hablaría con las mujeres sobre los riesgos del viaje y sobre el desconocimiento que tenían sobre el Nuevo Mundo.

Dalia arropaba a Manuel con la ayuda de Belén que arropaba a Marco. Manuel que no quería dormir todavía, no paraba de preguntar a su abuela sobre las piedras que habían encontrado en la casa de su amiga.

¾    Aya ¿Mañana también vamos a volar con Pegaso?

¾    No lo sé, Manuel pero es probable. Duérmete que tienes sueño y hoy fue un día muy duro.

¾    ¿Y por qué las Nagas parecen serpientes?

¾    Son seres mitológicos hindúes. Se dice que de los cielos bajaron una raza de serpientes y enseño a la humanidad. Estos seres, se hicieron novias de algunos Dioses y nacieron las Nagas. Con rasgos humanos y cola de serpiente. Algunas son mala y escupen un veneno mortal pero otras son magas y buenas con los humanos y esas son las que nos acompañan. ¡Ahora a dormir, Manuel!

¾    ¿Y los Elfos? (Preguntó Marco que estaba atento a lo que su abuela contaba)

¾    Los Elfos son de apariencia humana frágil y delicada que suelen vivir cientos de años. Ellos pertenecen al mundo de las hadas Son muy ágiles y silenciosos y grandes conocedores de los bosques, tienen visión nocturna y su especialidad es la música, la poesía y que todo este en armonía. ¡Duérmete Marco! Que estás cansado y mañana aún lo estaremos más

¾    Si pero dime (Manuel volvía a preguntar para la poca paciencia que ya tenía su abuela) ¿Por qué esas piedras hicieron que pasáramos aquí? Marco dice que son mágicas pero si son mágicas ¿Por qué no volvemos a casa?

¾    Porque las hay que llevar a un lugar donde ellas tienen su casa y allí podremos pedir deseos para que se cumpla en nuestro mundo donde los animales no hablan (A Dalia le hacía gracia como se asombraban sus nietos cuando oían hablar a los animales mitológicos)

¾    ¡Jo…! Pero yo quiero volar con Cuelebre (Marco lo veía más atrevido en el vuelo, y eso a él, le gustaba) Es más divertido.

¾    Volaremos con quien diga Viro, parece que sabe lo que se hace

¾    ¿Y por qué esas piedras se llaman del zodiaco?

¾    ¡Verás Marco! ¿Tú sabes lo que es el zodiaco, no? (Belén esperaba que Marco se lo confirmara, cosa que éste hizo con la cabeza) Pues cada signo tiene una piedra preciosa que les sirve como amuleto contra las enfermedades o con la mala suerte en sus vidas. Cada piedra de esas que tienes en el bolsillo representa a un signo del zodiaco, de ahí que sean las piedras del zodiaco. (Belén hacía una pequeña pausa mirando a Dalia para  que la confirmara que Marco la entendía) Cuando lleguemos al lugar donde las tenéis que colocar Manuel y tú comenzando por el primero que es Aries y su piedra mágica es el Jaspe Rojo. Pero eso ya os lo iré enseñando poco a poco.

¾    ¿Y cuándo vamos a casa? Ya no tengo baterías para la consola (Manuel ya halaba casi susurrando, el sueño lo estaba venciendo)

¾    Pronto Manuel, pronto (Dalia lo terminaba de tapar a la vez que escuchaba sus palabras sin llegar a creérselas)

¾    Aya estate tranquila, que no nos pasará nada. Cuando dejemos las piedras en su casa ya nos vamos para la nuestra y ordenaré mi cuarto sin protestar.

¾    ¡A ver si es verdad, Marco! Venga que mi nieto mayor también tiene que dormir que mañana no sé, que nos deparará. (Dalia después de dar el beso de buenas noches a Manuel, se acercó a la cama de Marco para besarle también.) Acostémonos nosotras también Belén, estoy cansada de no hacer nada o de nervios, pero me siento agotada.

¾    Si Dalia… Mañana será otro día. ¿Cómo estarán nuestras familias sin noticias nuestras? ¡Te imaginas! Pensarán que nos fugamos con los niños (Belén le sacaba una pequeña sonrisa)

Comenzaba a asomar el sol, cuando el poblado ya tenía gran parte de los víveres preparados para los elegidos como ellos los llamaban. Marco y Manuel abrían los ojos de mala gana con más sueño que cuando se acostaron. Carlos fue a por ellos y cogiéndolos en brazos los llevó hasta un barreño lleno de agua fría. Los gritos de Manuel y de Marco fueron las risas de los niños del poblado, llegando Marco a percatarse de las risas que estaban provocando, tragó saliva, dejando de chillar pero titiritando de frio. Dalia no tardó en bañarles para taparlos, con la ayuda de Belén, en un manta. El día comenzaba con nerviosismo para las mujeres. Dalia levantó la mirada y vio a Pegaso que iba a buscarlos para que montasen sobre su lomo, todo estaba previsto para ir hasta El Refugio de los Magos. Todas las precauciones fueron pocas, ninguno detecto la presencia de Cadejo que se escondía tras los matorrales tal y como Cayo le había ordenado.

Ya en El Refugio de los Magos, a los niños los dejaron jugar fuera de la cabaña, Marco todavía tenía algo de batería en la consola, por lo que se quedó sentado en el escalón de la entrada a El Refugio. Carlos que llevaba días intrigado en cómo salía imágenes en ese aparato, llegando a pensar que era mágico, decidió preguntarle a el niño.

¾    Es una consola. Mira por aquí se meten los juegos, luego le das a estos botones y te pones a jugar. ¡Pero si no volvemos a casa pronto, se me acaban las baterías!

¾    ¿Y de eso hay mucho donde tú vives?

¾    Si. Es raro el niño que no tenga una. Hasta los mayores juegan con ellas. Mi padre juega con la play ¡pero no es tan bueno como yo!

¾    Pero si jugáis solos y cada uno con una, nunca os llegaréis a conocer y no seréis verdaderos amigos. Creceréis sin los lazos que os unan, nunca sabrán si estás bien o mal, porque solo mirarán ese aparato. No es bueno ese juego, te aparta de lo que de verdad importa.

Mientras Carlos se entretenía con Marco y la consola, Manuel se iba alejando de la cabaña. Cadejo al verlo y con instrucciones de Cayo, se volvió a transfigurarse en un ser lleno de pelo de lana de poco más de un metro de estatura, su lamento horrible para cazar a sus presas comenzó siendo discreto, para que solo los oídos de Manuel lo escuchase pero el niño se adentraba sin escuchar nada, sin enterarse que Cadejo lo perseguía y se iba aproximando.

Julia estaba dentro de la cabaña mirando el espejo mágico, tratando de comunicarse con el brujo Connor, que estaba en el Nuevo Mundo y el único que había conseguido derrotar a Cayo, cuando en su espejo apareció la imagen de Cadejo cerca de Manuel. Sin perder tiempo se subió en su barita mágica llegando como el rayo hasta el niño.

¾    ¡Sube Manuel! Que vamos a dar una vuelta, verás que divertido

¾    Pero eso es pequeño y los dos no cabemos

¾    Es mágica y verás cómo no, nos caemos. Dame la mano.

Con Manuel a salvo de las garras de Cayo, Julia respiró aliviada. Le dio una vuelta pequeña al niño para ir enseguida a avisar a Viro y a Xavier de lo acontecido.

Xavier está reuniendo a todos alrededor de la chimenea y pensando como contarles a las mujeres todo lo que ellos sabían y cuanto estarían dispuestas ellas a dar por la misión. También sentía curiosidad por saber qué es lo que ellas sabían, en el supuesto caso, que supieran algo. Mientras daba vueltas sobre sus pasos, entraban por la ventana Julia y Manuel, subidos en la barita. Julia entraba por la ventana con la expresión preocupante en su cara. Manuel estaba con la adrenalina subida del viaje en la barita. Viro supuso lo peor… Cayo andaba cerca. Julia, Xavier y Viro se alejaron lo bastante para no ser escuchados y no alarmar al grupo. Cuando volvieron a tomar sus posiciones Viro, ordenó a Cuelebre hacer guardia y Pegaso junto con ellos lo relevarían en caso de cansancio.

¾    ¿Nos viste Marco? La barita es mágica y dimos vueltas en el aire sin caernos (Manuel estaba excitado por el vuelo) Julia, Julia… (Julia estaba reunida) Cristina ¿mañana me dará otra vuelta?

¾    ¿Pero no decía Julia que tenias miedo? Mañana le toca a tu hermano (Cristina veía que Marco se enfadaba por no haberlo subido a él también) ¡Veremos si se atreve a subir!

¾    ¡Claro que me atrevo! Yo no le tengo miedo a nada y si me das otra barita como esa, te echo una carrera.

¾    Primero tendré que enseñarte que tienes que hacer para que te obedezca. (Entre los planes de las Nagas entraban en enseñarles lo básico de la magia y sobre todo a volar en caso de peligro, sobre ellas. Cadejo lo había anticipado)

Volvía a tomar asiento Xavier, retomando la conversación que había iniciado. Las noticas que Julia había recibido de Connor eran desconcertantes. Debían de viajar al Nuevo Mundo pero allí, no estaban las puertas del lugar sagrado sólo, recibirían instrucciones que Connor, el mejor brujo del lugar y el único que derrotó a Cayo, les daría. Según él, en sus sesiones con los espíritus de los mejores magos, tendría que enseñarles a utilizar la magia con el poder de la mente e instruirles de los peligros de la magia negra de Cayo. Hoy Cayo era más poderoso que cuando se enfrento a Connor. La sangre junto con pócimas mágicas que había bebido de los magos a los que dio muerte, le hicieron poseer sus conocimientos, aumentando su poder pero no su inteligencia, terreno en el que ganaba Connor.

¾    Creo que todos sabemos el motivo de esta reunión (Xavier hablaba después de mirar uno a uno de los allí reunidos a los ojos) Vosotras creemos que tenéis información sobre la Misión que debemos de cumplir y que puede ser beneficiosa para la seguridad del grupo. Nos gustaría escucharlas si sois tan amables y, las uniremos a las nuestras. Si no me equivoco (Xavier se dirigía a Belén) eres tú, la que tienes más información.

¾    Yo solo sé lo que me dicen en esta carta (Belén sacaba la carta del bolsillo que llevaba entre la ropa y con cierta dudas se la daba a Xavier) Esta carta me la envió un amigo que está en el Tíbet y otro amigo que reside aquí en Gran Bretaña me inicio en el mundo de la magia. ¡Aunque viendo a las Nagas, creo que no sé nada!

¾    Eso ahora mismo es lo menos preocupante. ¿Sabéis del peligro que corréis y que sobre todo hay que proteger a los niños junto con el Gran Adamas y las gemas? Según la visión de Julia debemos de ir al Nuevo Mundo, allí nos reuniremos con el Brujo Connor que nos dirá como podemos derrotar a Cayo en caso de necesidad. Cayo, como sabéis es un Brujo malvado que desea al Gran Adamas y a los niños, pues sin ellos no podrá escribir en las tablas. Nosotros pondremos nuestras sabidurías, nuestras fuerzas y con ello nuestras vidas para que los niños escriban en ellas. No solo dependerá de ellos vuestro mundo, sino que también el universo, en el que nosotros vivimos. Mañana daremos una vuelta por el poblado y os enseñaremos lo que estamos haciendo para partir. Mañana en la noche, nos haremos a la mar. Allí no tendremos prácticamente defensa, estaremos en peligro constante y seremos un flanco fácil para Cayo. No obstante, Sam me dijo que me presentaría a un amigo que igual nos ayudaría.

¾    Perdone que le interrumpa (Dalia miraba a Xavier en busca de un aliento a tanto desconcierto sobre el futuro) ¿Tendremos un barco y provisiones suficientes para partir hasta América?

¾    ¿Hasta América? Creo que no me escuchó. Vamos hacia el Nuevo Mundo y si tendremos una barcaza y provisiones para unos quince o veinte días.

¾    Perdone no recuerdo a veces donde estamos. A lo que vosotros llamáis Nuevo Mundo nosotros le decimos América. Esta América del Norte donde la cultura es más seria con idioma de Bretaña y está la América Latina que es todo Centro y Sur de América con una cultura más desenfadada y con el mismo idioma que el nuestro. (Dalia se ausentaba por un instante recordando su casa y a sus hijos) ¿Concretamente a donde vamos al norte o al sur? Lo digo porque al encontrarnos en Gran Bretaña lo más cerca que nos queda es el norte del Nuevo Mundo.

¾    Nos dirigimos al norte de América, allí nos espera Connor (Respondía Julia ante la duda de que Xavier no supiera la respuesta) Cuando estemos próximos a la costa, Connor nos verá y nos dirigirá hasta donde tenemos que ir. Lo tenemos todo controlado solo nos falta enseñaros a vosotros.

La noche avanzaba dejando el cansancio en los rostros de los allí reunidos, los niños se habían dormido en el suelo, cerca de la chimenea. Carlos, cogió primero a Manuel en brazos para llevarlo hasta su cama y después fue a por Marco con el que haría lo mismo. Dalia y Belén también se despedían de los presentes con un ¡Hasta mañana!, ya sabiendo lo que les esperaba. El trayecto era largo y no con todas las comodidades. Lo que era para Dalia una incógnita era el barco en el que irían y si disponían de remos ¿quién remaría? puesto que ellas no tenían las fuerzas suficientes.  Xavier no le había contestado a esa pregunta con la que se quedaba preocupada.

El alba avisaba de su llegada, cuando Carlos fue como cada día, en busca de los niños. Tenía que enseñarlos a luchar en caso de peligro. Tendría gran parte del día y también la travesía para enseñarles todas las artes de lucha, pero ahora necesitaban por lo menos saber lo básico, escaparse o esquivar al contrario. Esa orden era de Viro, que los veía muy metidos por el artilugio donde se veían imágenes. Las mujeres al oír a Carlos ya sabían que era hora de levantarse, Belén se asomó y vio que comenzaba a amanecer por lo que no le gustó que Carlos ya fuera por los niños.

¾    Belén ya sabes lo que nos dijo ayer Xavier… Nos acechan muchos peligros y debemos estar todos preparados. ¡Por cierto! ¿lo de la magia seria por ti, eh? A mi esas cosas ni se me dan, ni me gustan. (Dalia intentaba calmar los nervios de su amiga, que no paraba de caminar por toda la choza/habitación en la que estaban. Dalia se encogía de hombros y pensando en alto, se oía) ¡A mí no sé que me enseñaran!

¾    ¡Magia Dalia, magia! Ya le oíste tenemos que esforzarnos en aprender pronto no tenemos mucho tiempo.

Estaban acabando de desayunar algo parecido a un té, cuando Cristina se acercó hasta ellas

¾    ¡Buenos días! Julia me dijo que viniera por vosotras, Xavier os enseñará lo que están construyendo los duendes para viajar al Nuevo Mundo. Lo siento chicas pero tenemos que irnos.

Viro y Pegaso sobre volaban el bosque hasta una explanada donde los duendes estaban terminado una barcaza. La barcaza era de madera resinosa y cubierta en partes de cuero. Las velas eran también de pieles de animal, posiblemente de buey. El ancla, era una piedra con un orificio por donde se ataban con cabos sujetos al casco del barco y algunas hendiduras para fijar el nudo de arraigo. La barcaza tenía la proa y la popa bastante elevadas, pero al ser plana, podía fondear más cerca de la costa e inclusive en las playas. Con ella tendrían un problema menos, podrían desembarcar en cualquier sitio lejos del peligro. Bajo cubierta había un gran camarote donde dormirían los expedicionarios y estarían los víveres. Los duendes revisaban cada parte de la barcaza pensando en todo lo necesario para la navegación. Sam, no perdía detalle de todo lo que allí pasaba, siendo al que John había puesto como coordinador, organizaba a los duendes en las tareas. Lo supervisaba todo con la tranquilidad de estar todo bien hecho y pensando que estaba todo lo necesario, hasta que oyó a un duendecillo como se quejaba de que no había nada blando para dormir un poco, no reparó en el descanso de los niños. La idea le vino enseguida. Había que construir dos cestos de mimbre, lo bastante amplios, que sirvieran de cama para ellos. Las mujeres del poblado se pusieron a ello. La primera impresión de Dalia, fue de decepción. Era una barcaza antigua, prehistórica diría ella, en la que había que remar y no veía quien pudiera hacerlo del grupo. “Sólo Carlos no podrá”, pensaba. Enmudeció a la vez que sus ojos se desorbitaban y su piel se palidecía. Bajó la cabeza y mirando una flor que afloraba, buscó la serenidad para no expresar los miedos, que en este instante, le abordaban.

¾    ¡Mira Dalia! Parece un barco vikingo tirando a barcaza. Las barcazas que yo conozco no tienen la proa y la popa tan elevada (Belén se mostraba algo contrariada) Tendremos que remar pero no veo los remos

¾    Los estarán haciendo aparte. Es una barcaza antigua, seguramente que las que nosotras conocemos ya estaban modernizadas Los barcos celtas eran más pequeños. No hace mucho, hizo un compañero un reportaje sobre barcos prehistóricos y creo que salía uno parecido a ese. Lleva remos en la parte trasera. En esta igualmente hay que remar., no tiene motor y nosotras no tenemos fuerza. Para llegar hasta a América. Y tampoco creo que Julia y Cristina la tengan. ¡Qué Dios se apiade de nosotros!

De regreso al poblado, aterrizaba Viro seguido de Pegaso, que suavemente se tumbó sobre la hierba facilitando el desmonte de los pasajeros. Xavier que las había escuchado y sabiendo el temor a los remos, que él dedujo que eran las palas, se fue pensativo no sin antes dedicarles una dulce sonrisa tranquilizadora.

Todos los de la Misión, estaban descansando ante la dureza que al día siguiente les esperaba. Los muchachos que habían pasado la mayor parte del día en su conocimiento del medio, combinadas las clases con defensa personal, cayeron rendidos sobre sus catres. Las dos mujeres se deseaban las buenas noches y las dos no viendo una luz para que la pesadilla acabara, en silencio y mirando las estrellas, rezaron esperanzadas de que sus suplicas fueran escuchadas.

Despuntaba el alba cuando se oía como la mar bramaba en un tono gris oscuro salpicado de espuma y retando al cielo que estaba encapotado cuando, Carlos entraba en la cabaña a por los muchachos y despertando a las mujeres. Era la hora de irse. Los duendecillos les habían preparado comida para el resto del día sabiendo lo que les esperaba.

Marco y Manuel con las legañas en los ojos sin que todavía pudieran abrirlos, protestaban por despertares antes de que saliera el sol. Dalia y Belén se levantaban apresuradas conocedoras del peligro que los acechaba. Cayo no andaba lejos, y toda la esperanza que tenían, era que no viese la barcaza. Sam, que pasaba por delante de la cabaña de los humanos, les dio los buenos días con la apacibilidad necesaria para calmar los nervios que se habían apoderado de ellas. Sam prosiguió su camino en busca de Xavier. Cuatro delfines adiestrados por el brujo Orson les ayudaría en la expedición hasta el Nuevo Mundo, dando el relevo a Viro, Cuelebre y Pegaso. Si Catoblepas (Cato, para los amigos) llegaba a tiempo, entonces sería fantástico. Pegaso fue a por los humanos para llevarlos a la barcaza mientras Cuelebre vigilaba, Viro se llevaba a los Elfos y las Nagas usaban las baritas mágicas. Dalia al volver a ver a los duendes subiendo los víveres y los cestos de mimbre no pudo evitar que su rostro se desencajara. Ahora tenía más peso la barcaza y necesitaban más fuerza. Xavier, recordando sus temores, se le escapó una risilla y acercándose a ella quiso calmarla.

¾    ¿Todo bien, Dalia?

¾    No ¡Por el amor de Dios! ¿Quién va a remar esa barcaza? ¿Tú…? no quiero ofender pero ya estas mayor para eso, Carlos es fuerte pero tendrá que descansar. Belén y yo… ¿Tú me dirás?

¾    ¡Mujer! Los duendes hicieron cuatro cabos que irán enganchados, dos a proa y dos a popa, de ellos tiraran Viro, Cuelebre y Pegaso y con un poco de suerte llegara Cato que también tirara de uno de ellos desde el mar. Para relevarlos el mejor mago de esta zona nos envía a cuatro delfines adiestrados. Lo tenemos todo calculado y el Nuevo Mundo no está tan lejos.

¾    ¿Cómo que no está tan lejos?

¾    No Dalia (se apresuró Belén a decir) Estamos en la Era Mitológica donde, todavía los continentes estaban casi juntos. Acuérdate que todavía, si no me equivoco, la India está al sur de Sudáfrica y a América del norte unida a Europa del norte. Imagino que si eligieron la barcaza es para ahorrar días y evitarnos el cansancio, que desplazándonos hasta allí por tierra. Pero la distancia es como de Alicante a Italia. ¡Más o menos…!

Dalia respiró profundamente aliviada. Era la primera vez en su vida que perdía los papeles. Inspiró y exhaló de nuevo recuperando su imagen y la serenidad de la que siempre hacia gala. Belén que en un principio se inquietó al ver el estado de nerviosismo de su amiga, se alegró que en el fondo se la viera humana y no de la Era Temprana (Así se llama a la Era de piedra)

Viro estaba revisando que todos estuvieran en sus posiciones en espera de que Xavier una vez que comprobara que estaban todos los víveres necesarios para el viaje, diera la orden de partida pero, Xavier seguía preocupado por la falta de noticias sobre Catoblepas, dio media vuelta y se fue en busca de Julia por si había percibido algo.

¾    Las mujeres ya están a bordo, si es eso lo que te preocupa. (Julia se adelantaba ante la mirada medio ausente de Xavier)

¾    Lo sé, Julia. No, no era eso. ¿Has visto a Cato en tu espejo?

Julia sacó su espejo y después de unos segundos Cato aparecía cerca de donde estaban.

¾    Si Xavier, ya lo veo. Voy a visar a Viro que Cato lleva la mirada levantada. Ocúpate de los delfines que nos envía Orson, también están cerca.

Se subió a su barita mágica y alzando el vuelo indicaba a Xavier por donde venían los delfines. Manuel, que la vio despegar, protestó por no llevarlo. Marco miraba y refunfuñando sin darse cuenta que Cristina que los estaba observando. Se acercó hasta ellos para consolaros de que muy pronto ellos también lo harían.

Julia llegaba hasta Viro

¾    Viro yo guiaré a Cato hasta la barcaza, tú vete y zarpar que, Cayo está demasiado cerca para nuestro gusto.

Julia dio un pequeño rodeo para llegar hasta Cato por detrás, y así evitar su mirada fulminante. Cuando Cato la oyó bajó la mirada y se dejaba guiar por ella. La expedición hacia el Nuevo Mundo estaba en marcha con Carlos embarcando los cestos de mimbre en los que los niños dormirían. Marco al verlos y sabiendo lo que eran fue a echarse.

¾    ¿Estas son nuestras camas?

¾    Si Manuel. Aquí dormiréis (Carlos ataba los cestos mientras hablaba)

¾    ¡Qué camas más raras! ¿Son cómodas?

¾    Si pesado. ¡Déjame dormir! Tengo sueño.

Manuel se durmió junto a su hermano mientras su abuela los contemplaba. Belén trataba de recordar todo lo que en internet le habían enseñado a la vez que repasaba la carta con las instrucciones. Las puertas sagradas eran el misterio por resolver y le quitaba parte del sueño.

Los delfines ya estaban en posición para tirar de la barcaza, en cuanto Xavier así lo ordenara. Viro sobre volaba la barcaza y se dirigió a Xavier

¾    ¡Xavier! Julia ya está con Cato están de camino pero debemos de zarpar ¡ya!

Xavier entendió que Cayo andaba cerca. Los delfines se pusieron en marcha mientras que Carlos desplegaba las velas. Cato que se había dado prisa ya les habían alcanzado y Julia ya estaba en cubierta.

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