El día se despertaba alegre y el
sol miraba desde las alturas a Rock, que corría en círculo por el jardín de la
casa. Hoy era el gran día en el que sus dueños, Cris y Nacho llevarían a las
niñas al zoo, y los acompañaría. Rock no paraba de dar vueltas sobre sí mismo y
corría hacia la ventana de las niñas para llamarlas con pequeños ladridos. Lydia
era la primera en levantarse para abrir la ventana y darle caricias a Rock. El
aire fresco despertaba a María que risueña llamaba a Rock para que entrara por
la ventana. Lydia lo ayudaba hasta que entraba su mamá que las reñía por
dejarlo subirse a la cama. María abrazaba a su madre sonriente y haciéndole caritas
la regañina desaparecía. Lydia llamaba a su padre que con cara seria sacaba a
Rock de la habitación y las pedía que fueran a desayunar si querían ir al zoo.
Camino de la cocina Lydia le decía
a su mamá todo lo que tenía que estudiar para el examen, pero asegurándola que aprobaría
con buena nota. Su responsabilidad la hacia parecer mayor de once años. No así
su hermana pequeña que con seis no dejaba de jugar y ver los dibujos animados. Sonreía
ante las adversidades sacando el lado bueno de todo el que se le acercaba. No tenía
exámenes, pero advirtió muy pronto su madre, su facilidad para los idiomas
cuando escuchaba canciones. No se le escaba nada de su entorno y todo lo
admiraba con sentimiento. Rock, un pastor alemán de colores marrones y negro,
era su adoración, su compañero fiel de juegos. Rock era hijo de perros policías
al que adiestraba José, un amigo de la familia y al que invitaron para que los acompañasen
con sus hijos a pasar el día en el zoo. Ismael y Julio amantes también de los
animales, no dudaron en suplicar a su padre que aceptara la invitación. El día
se presentaba tranquilo.
Estaban llegando al zoo, que miraba
a los Picos de Europa, rodeado de verdes valles. Aparcaban debajo de un árbol,
al que llaman arce, donde la sombra protegería a Rock del sol mientras ellos estaban
en el zoo. Rock lloraba viendo cómo se alejaban dejándolo solo. Delante iba
Isma jugando con la consola y a su lado, su hermano Julio incordiándole. Lydia
no perdía detalle de los dos hermanos y María se enfadaba con su madre porque
no dejaban a Rock en el coche. Después de un buen rato en el zoo, los niños
entre risas y juegos se iban alejando de sus padres sin darse cuenta. Al cabo
de un rato, ya fuera del alcance de los mayores, Ismael se percató de que no
estaban. Los adultos habían cogido otro camino distinto al de ellos. Tembloroso
y casi tartamudeando, dio el aviso a Lydia con la mirada. Al percatarse de lo
que pasaba, Lydia tranquilizó al grupo convenciéndoles de que ya los estaban
buscando. Pensaban que estaban retrocediendo sobre sus pasos sobre sus pasos e
ir donde los habían visto por última vez, pero se iban adentrando en el bosque
que bordeaba al zoo y donde los animales salvajes andaban sueltos. Julio dejó
de jugar con la consola y María reía porque estaba segura de que Rock los
encontraría. Comenzó a llamarlo todo lo alto que pudo, Julio al verla tan
animada, unió su voz a la de ella y con ellos Isma y Lydia, desde una ladera
empinada, cubierta por una arboleda que apenas dejaba ver el cielo. Las
majestuosas montañas se extrañaban de verlos por allí, donde los urogallos se
tapaban para no oírlos, y el azor alzaba el vuelo para correr la voz. “Cuatro cachorros humanos, están perdidos” La
noticia corrió entre los animalitos que por allí vivían hasta llegar a oídos de
los duendes, que salieron a buscarlos.
Cris cerró el móvil, y sin
mirar a su alrededor, y llamó a Lydia. Al ver que no la contestaba se volvió.
Su cara, por primera vez en su vida, era pálida, los colores querían asomar,
pero el nerviosismo los paralizaba, las manos al igual que los pies, le
temblaban. Nunca sintió tanto miedo, como en aquel mismo momento. Los niños no
estaban. Los llamó con la voz desgarrada alarmando a Nacho y José. No podían
creerlo, no hacía ni dos minutos que estaban junto a ellos, perdiéndoles de
vista por mirar el mapa del zoo. José, sugirió ir a la enterada y que los
anunciaran por megafonía, por si algún adulto los encontraba.
En las entrañas del bosque,
los animalitos seguían corriendo la voz hasta que llegó a oídos del oso Güili,
que los mandó callar, no se fueran a enterar los hambrientos lobos. Ordenó a
los animalitos que los protegieran y que lo avisaran si pasaban por aquella
zona. Al poco tiempo, los niños se paraban delante de Güili, al que despertaron
con sus ruidos. Abrió los ojos y con gesto malhumorado los miró cortándoles el
paso. Los niños estaban asustados.
¾
¡Atrás Lydia! Los osos son peligrosos y este
tiene cara de mala leche.
¾
¡Ya lo sé, Isma! ¿tú sabes si los osos son
carnívoros?
¾
No lo sé, pero mejor no lo comprobamos. Vámonos
despacio
El oso Güili vio acercarse a
los duendes Oriamendi y Alonso, a los que les hizo seña de que estaban allí.
Los duendecillos, tenían órdenes de llevarlos hasta la maga Juaca, para poder
comunicarse con ellos. Los duendes, al llegar hasta ellos, los saludaron y
mediante señas e indicándoles que los siguieran. Todos estaban nerviosos menos
María, que seguía creyendo que Rock los encontraría. Caminaban en fila,
Oriamendi iban delante seguido por Lydia y cerrando el grupo Isma y Alonso.
María quería acariciar a todos los animalitos que veía, no así Julio que
desconfiaba de ellos mientras que a Lydia y a Isma solo les preocupaba volver a
casa. Alonso, al ver el ímpetu de María por acariciar a todos los animalitos,
indicaba a Lydia que la sujetara por si algún animal la llevara hasta los lobos
hambrientos, aunque ya temía que estaban enterados de su estancia.
Las aves llevaban por todas
partes la noticia llegando hasta oídos de Rock que tenía la ventanilla un poco bajada.
Afinó el oído, y oír dos hembras y dos machos, se apresuró a bajarla del todo.
Saltó por ella para meterse en el zoo y emprender su búsqueda, encontrando
primero a Cris, a la que ladrando llamó su atención. Cris, nerviosa y con los
ojos llorosos, aun sabiendo que Rock no podía estar allí vio una esperanza de
encontrarlos. Lo besó y lo alentó para que los buscara. Rock corrió tanto como
pudo, para adentrarse por donde Cris le señalaba. Por el camino Rock preguntaba
todo animalito que pudiera darle noticias de por dónde se encontraban. Olía
cada árbol, cada arbusto en busca de pistas que lo condujeran hasta ellos. Su
olfato no detectaba nada humano hasta que ya casi dado por vencido, tropezó con
un troco que olía a María. Siguió ese rastro llevándolo hasta el oso Güili.
¾
¡Hola, señor oso! ¿Vio pasar por aquí a cuatro
cachorros humanos?
¾
¡Eh mirar! Tenemos un perrito señorito en busca
de sus amos. No recuerdo, déjame pensar. No, no recuerdo, así que déjame dormir
si no buscas pelea.
Una ardilla que lo escuchó se
apresuró a decirle que estaba con los duendes del bosque, pero no sabía por
dónde andaban. Un castor, interrumpió la conversación de la ardilla con Rock.
¾
Cachorro, los cachorritos humanos están con los
duendes y con la maga Juaca. Debes de cruzar esas montañas.
¾
¡Uf…! Gracias señor castor. Gracias señora
ardilla.
La arboleda no dejaba a los
rayos solares alumbrar el camino, que con el rocío de las ramas lo hacían
resbaladizo. Rock corría veloz hasta la falda de la montaña cuando lo vio un
rebeco. El Rebeco lo observaba y veía que su juventud le impedía pensar con la
cabeza, por lo que llamó a su amigo el Zorro.
¾
¿Me llamabas, viejo?
¾
Sí, Zorro. Mira ese cachorro de perro, creo que
busca a los cachorros humanos y está con los duendes y la maga. Ve con él por
los pasadizos, que yo subiré por la montaña para ver si a la salida hay
peligro. Si me ves en ella, es que podéis salir y si no estoy, correr o no
salir.
¾
¡Déjalo viejo! Yo subiré a la montaña. Se reirán
un rato sino lo consigue.
¾
No se reirán de mí. Las subiré.
El Zorro saludó con guasa a Rock
cortándole el paso.
¾
¿A dónde vas cachorrito? Estos parajes son
peligrosos para ti.
¾
Yo no soy cachorrito ya tengo un año humano y
mis patas son fuertes y mis dientes también. Si quieres pelea aquí me tienes.
¾
Dejarlo ya. Zorro, ayuda al cachorro, los lobos
se acercan.
¾
Esperarme, yo también voy con vosotros.
¾
¿Tú? ¡Pero si eres un cobarde! Cuando ves a la
maga te meas todo.
¾
Un Gato Montés, jamás se acobarda ante una
maga.
¾
¡Está bien!, Gato. Vente con nosotros.
Al lado de un árbol, había
ramas cuidadosamente puestas junto con troncos que formaban un círculo. Con
sumo cuidado, el Zorro ayudado por el gato, las apartaban para entrar en el
pasadizo secreto del bosque. El topo que allí habitaba salía a recibirlos y sabedor
ya de lo que pasaba y los invitaba a entrar en lo que consideraba su casa, una
galería perfectamente diseñada para cruzar la montaña por sus entrañas. Más de
dos horas tardaron en asomar al otro extremo por galerías desniveladas y
resbaladizas. Rock, que todavía no tenía la suficiente fuerza en sus patas,
llevaba la lengua fuera por el esfuerzo que empleaba en mantener el equilibrio,
provocando las risas del Zorro, viendo cómo Rock se creía adulto y valiente,
siendo un ingenuo del peligro que los acechaba. Los lobos se agrupaban.
La maga Juaca terminaba su
pócima azucarada para los niños. La primera en probarla fue Lydia, seguida por
Julio, por Isma y a regañadientes María. No pasó mucho tiempo, cuando ya
entendían a Oriamendi como le preguntaba a Alonso, que hacían con ellos. No
podían llevarlos al zoo porque sería muy peligroso para ellos. Ningún humano
adulto debía saber de su existencia. Ismael se apresuró a cortarles la
conversación
¾
Pero nosotros debemos de ir al zoo. Nos estarán
buscando.
¾
¡Entenderlo, por favor! Nosotros no podemos
acercarnos al zoológico o los humanos adultos nos llevaría a laboratorios para
analizarnos y nos matarían. Todo lo que podemos hacer por vosotros es cuidaros
hasta que vengan al bosque a buscaros, entonces nosotros nos esconderemos y
estaréis a salvo. Pero aquí no podemos pasar la noche, así que tendremos que
seguir por las montañas.
¾
Nosotros ya sabemos que existís y seremos
adultos y os recordaremos. ¡Además! No podemos alejarnos mucho del zoo o no nos
encontrarán
¾
Confiar en nosotros. Venir Isma y tú, que los
pequeños no nos oigan. Los lobos están hambrientos y andan cerca y si nos
quedamos aquí, nos encontrarán ellos antes que vuestros padres. Y otra cosa, cuando
seáis adultos, solo recordaréis que os perdisteis en el zoo y qué os
encontraron.
Emprendieron la marcha, esta
vez Ismael iba por delante de los pequeños cerrando Lydia, que controlaba que
no se apartaran de la fila. La caminata fue larga, pero al salir de la montaña
vieron un oso, el hermano de Güili, el primer oso que se habían encontrado.
¾
¡Hola, amigos! Soy hermano de Güili. Os
acompañaré.
Los subió sobre sus lomos
atravesando la montaña por galerías relativamente grandes para la cabida de un
oso a cuatro patas, que los tejones del bosque habían construido en un día. Los
duendes se pusieron en el cuello del oso y la maga iba sobre su barita y de
paso iluminaba las galerías tejoneras.
Los niños aventajaban a Rock
en dos horas de camino. La preocupación de María era saber si Rock los
encontraría.
¾
No creo. Estaba en el coche, así que no puede
saberlo. Estate tranquila que de lo que si estoy segura es que mamá y papá nos
encontrarán. Hoy ya no, pero mañana ya estaremos en casa, y nos reiremos.
¾
Isma, tengo frio y hambre
¾
Ya lo sé Julio, yo también tengo hambre.
Preguntare a los duendes si podemos comer algo. Toma mi chaqueta, yo no tengo
frio.
¾
Tener paciencia. Llegaremos enseguida a la
salida y hay un rio. Pescaré para vosotros -contestó el Oso al oírlos.
¾
A mí no me gusta el pescado -respondió Julio.
¾
Si tienes hambre los comerás -replicó el Oso.
Llegaban a la salida de la
montaña cuando la noche se echaba encima. Los búhos, las liebres y los tejones
asomaban intrigados por lo que habían oído de los humanos. El Oso, dio un
gruñido que atemorizó a todo el que se acercaba para irse tranquilo al rio
dejando a los duendes el cuidado de los niños. Para entretenerlos, los duendes,
enseñaban a los niños a encender el fuego. María se aburría y no dejaba de
llamar en silencio a Rock.
Rock, estaba muy enfadado
consigo mismo por no alcanzarles debido a sus jóvenes patas, hasta que vio una
luz que entraba en la montaña. Asomaba el topo dando el aviso a su primo para
que continuara guiándolos por la nueva montaña. El Rebeco, desde la cima vigilaba
a los lobos que se estaban aproximando, cuando oyó el vuelo de un águila que se
le acercaba.
¾
Los humanos están a dos montañas contando esta.
Si quieres les aviso de que os esperen.
¾
Te lo agradezco, águila. Avísales y diles que
nos esperen si pueden, y que se pongan a recaudo. Los lobos se están acercando.
El águila se fue hasta el Oso
a contarle lo que había hablado con el Rebeco y para que informara a los
duendes.
¾
Vienen refuerzos para ayudaros, y también viene
el cachorro canino que tienen los humanitos. Tenemos que esperarlos escondidos,
están saliendo de aquella montaña y los lobos les siguen los talones.
¾
¡Niños! -Alonso los reunía a todos ¿Tenéis un
perro?
¾
Sí -contestaba Lydia.
¾
Se llama Rock, y es un pastor alemán -contestó
María.
¾
Pues os está buscando, anda por aquella
montaña. Si queréis lo esperamos y de paso descansamos un poco. El cachorro
será avisado de que estáis aquí.
¾
¿Y porque no vamos nosotros hasta él? El zoo
está más cerca.
¾
Ismael, ya hablamos de lo peligroso que es para
nosotros y solos con el perrito seréis presas fáciles para los lobos. Ya
encontraremos una solución para llevaros junto a vuestros padres. Tener
paciencia.
¾
El Oso ya viene con cuatro peces, atizar el
fuego para la cena.
Pasaron cuatro horas hasta que
Rock y sus nuevos amigos, llegaron hasta ellos. Los duendes mantenían el fuego
vivo que los calentaba y ayudaba a cocinar el pescado para satisfacción de sus
estómagos que ya no protestaban. Hasta Julio, que no le gustaba, repitió cena.
Los duendes les enseñaban canciones del bosque y los niños adivinanzas.
Mientras que el Oso vigilaba con un ojo abierto y otro cerrado, cuando vio
llegar a los refuerzos. Rock quería ladrar de alegría, pero sabía que de
ninguna manera podía hacerlo. Sería dar pistas innecesarias a los lobos de la
posición que tenían. Llegaban a la cueva silenciosamente, siendo Lydia la
primera en verlos. Se levantó y gritando su nombre fue hasta él corriendo, Rock
se apresuró para que Lydia no saliera de la cueva y dejara de gritar. Los
duendes, que estaban de espalda a la entrada, no los habían visto y lamentaron
no haber podido evitar los gritos que, junto a Lydia, el resto de los niños
hicieron. Se miraban unos a otros a expensas de los niños que seguían
acariciando y besando a Rock. Temían lo peor, los lobos ya sabían su posición.
El Rebeco hizo seña a los duendes y a la maga para que salieran de la cueva. El
Oso escuchaba tumbado.
¾
Amigos tiene razón el Rebeco, es mejor apagar
el fuego y marchar de aquí lo antes posible. Oriamendi, Alonso habrá que borrar
todas las huellas.
¾
Mi hermano viene de camino con unos primos y
algunos asturcones.
¾
Oso, agradecemos toda la ayuda posible, pero si
somos realistas, llegarán demasiado tarde. Los lobos les llevan una gran
ventaja.
¾
Entonces ya está decidido, limpiaremos la cueva
y partiremos.
¾
Oso
pienso que iríamos más rápido si tú llevas a los humanos hasta donde puedas. Yo
iré por las montañas y os esperaré a la salida de ellas. Si no estoy cuando
salgáis, correr o esconderos, será la señal de que yo estaré muerto y los lobos
andan cerca.
¾
Yo lo siento, pero debo despedirme de vosotros.
Otros seres del bosque necesitan de mis pócimas para curarse. El águila, me
avisará si estáis en peligro. Ahora los tejos serán vuestros guías por las
tejoneras de las montañas. ¡Y tu gato montés!, como hagas alguna de las tuyas,
volveré y te convertiré en rata para que les sirvas de alimento a los tuyos.
Protege a los niños.
El Gato Montés se ponía de
puntillas sobre las cuatro patas, los ojos se desorbitaban, el pelaje se
levantaba hasta que los sentidos se sosegaron para salir corriendo y esconderse
detrás del Zorro, para risas de todos menos de Rock que había escuchado a los
duendes y al rebeco. Los lobos sabían su posición y solo era cuestión de tiempo
que los alcanzaron. Apartó del grupo al Zorro y le contó su idea con la
esperanza de que lo ayudara.
¾ ¿Te
has vuelto loco? ¡Insensato! Nos ganan en número y son más fuertes. Olvídalo
El Gato Montés que escuchaba
al Zorro preguntó de qué hablaban. Rock le contó al Gato su idea, contestándole
el Gato lo mismo que el Zorro. Rock comenzó a dar vueltas por la cueva mirando
a los niños. No tardando mucho, Rock salió de la cueva volviendo por donde
habían venido. El Zorro que estaba pendiente de él, avisó al Rebeco de los
planes de Rock. El Rebeco meneaba la cabeza desaprobando lo que Rock había hecho,
pero ahora alguien debía de ayudarlo. Así que sin perder tiempo se fue hasta el
Oso.
Rock bajaba una ladera cuando
vio la manada de lobos aullando en señal de victoria, las presas, pronto
caerían en sus garras. Los lobos, cercaban Rock dirigidos por el más fuerte,
que les contaba: “Los cachorros humanos
no deben de estar muy lejos” Rock, sabía que estaba en desventaja, eran demasiados
para un perro tan joven e incluso para un perro veterano. Se enfadaba consigo
mismo: “Piensa, piensa” No terminaba
de decir la frase cuando aparecían a su lado el Zorro y el Gato Montés
guiñándole un ojo. Ya eran tres en desventaja.
Fuera de la cabaña el Rebeco hablaba
con los duendes y el Oso.
¾ El
cachorro es valiente. Oso te pongo al mando e iré a ayudarles. EL Zorro y el Gato
ya salieron. Oriamendi, Alonso y yo tenemos un plan para poder salir de esta.
Oriamendi fue a hablar con los tejones para que junto con los topos hagan una
fosa, lo suficientemente grande como para que caiga los lobos.
¾ Rebeco,
los lobos no son tontos y verán la fosa.
¾ Amigo
Oso, está todo previsto, ¿verdad Alonso? Subiré a la cima y hablaré con el azor
para pedirle ayuda. La idea es que las aves tapen la fosa con ramas y hojas, de
tal forma, que no se note. Hacen los nidos perfectos así que pueden hacerlo.
¾ Rebeco
el plan está muy bien si nos ayudan, pero no deja de ser muy peligroso. El Oso
no podrá con todos y alguien no volverá.
¾ Alonso
lo sé. Pero si todos quedamos aquí, ninguno volverá con vida. El perro está
demostrando que es el más valiente y tiene razón, alguien tiene que alejarlos
de nosotros, aun sabiendo, que no van a volver. El perro igual piensa que sí,
pero el Zorro y el Gato saben que alguno o ninguno volverá, y, aun así, fueron
en su ayuda y en la nuestra. Como dicen los humanos, la suerte está echada. Voy
con ellos.
¾ Un momento
Rebeco. ¿Dónde será la fosa? Lo digo porque viendo los que son, tiene que ser
grande y lo más cercano es debajo de aquella montaña, donde pastáis los
rebecos.
¾ No
puedo hacerles eso a mi familia.
¾ Si
quieres salvarnos debes hacerlo. Es el único lugar y siempre lo puede arreglar
la maga Juaca. Puede dejarlo como está ahora.
El Rebeco habló con el azor,
levantando éste el vuelo, antes de que el Rebeco terminara. No había tiempo que
perder. El azor bajaba hasta el Oso para que le indicara el lugar exacto y
pasar la información a todos los animalitos del bosque que los quisieran ayudar.
Casi todos se unieron menos las ratas que tenían demasiado miedo a los lobos
como para traicionarlos. Las aves susurraban al oído todo lo que planeaban y los
topos se unieron a los tejos para cavar la fosa sumándose las águilas, de dos
en dos, para llevar las ramas más largas que sirvieran de base. El azor era el
encargado de dirigir la obra al lado de un águila que ponía orden.
El Rebeco llegaba a la altura
de Rock con una sonrisa de complicidad e indicándoles a los tres que corrieran
montaña arriba hasta una altura prudencial, para luego bajarla casi volando y
de esa manera romper el cerco de los lobos. En la bajada, el Gato se quedó
enganchado en una rama, cosa que aprovecharon los lobos para capturarlo. El Zorro
tiraba de Rock, ya nada podían hacer por él. Corrían cuando la familia del Rebeco
aparecía para hacer juntos la estampida. Los rebecos, arropaban a Rock y al Zorro,
corriendo sin mirar atrás. Los lobos daban alcance a los rebecos rezagados
aullando su victoria dejando que el resto de la manada siguieran persiguiendo a
los demás rebecos que los llevaban hasta la fosa de la explanada. El águila
daba el aviso de la llegaba. Todos los animalitos se escondían dónde podía. sin
levantar sospecha de la trampa preparada. Los rebecos, Rock y el Zorro al
acercarse dieron un brusco giro rodeando la fosa sin que los lobos se dieran
cuenta de la trampa. Los lobos caían en ella, aullando de rabia. El Rebeco y el
Zorro, miraban a Rock que estaba herido al pelear con dos lobos que acosaban a
un chivo. El Rebeco le daba las gracias, por salvar a su hijo. Rock no las
aceptó, sino que se las dio él a los dos, y a todos los animalitos del bosque. Gran
parte de la manada estaba en la fosa, pero seguían sin aparecer los niños, los
duendes y el Oso. El azor bajaba hasta ellos para avisarles: “Unos cuantos lobos están rodeando la cueva
y el Oso os está llamado. No sabe si podrá aguantar mucho.” Todos se
pusieron en camino para otra estampida, cuando aparecía Güili, con unos cuantos
osos y asturcones, es su ayuda. Éstos, relevarían a los rebecos en la segunda
estampida desde la cueva para salvar a los niños. Los asturcones, nobles
caballos de patas cortas y fuertes, que eran más rápidos, llegaron con bastante
ventaja, para aliento del Oso y de los duendes. Los niños estaban paralizados, Lydia
miraba a todos lados cuando vio a Juaca, la maga, y avisó de su llegada,
llamando la atención de los lobos, que volvían la cabeza para verla y comprobar
que llegaban los asturcones. Juaca con su barita, hizo que los osos corrieran más
deprisa y llegaran a tiempo, cosa que hicieron rugiendo, dando aviso de su
llegada. Los lobos al oírlos se miraban unos a otros, y dos que habían entrado
en la cueva, a los que, los duendes, Isma y Lydia se enfrentaban con palos y
fuego, se aterrorizaron, y metieron el rabo entre las patas, salieron para
unirse a la manada. Los lobos bajaban la montaña lo más rápido posible para
caer delante de los osos, que de zarpazos los elevaban por los aires, lejos de
ellos. Los que podían huían despavoridos, para felicidad de los niños que
aplaudían la victoria de los suyos. Rock ladraba subido a lomos de un asturcón,
ayudándolo Lydia y el Oso a desmontar. Lo abrazaban, lo besaban y les daba las
gracias por su valentía, que les había salvado la vida. Los duendes buscaban al
resto de los que habían partido, pero solo el Rebeco y Rock volvieron con vida.
El Zorro se enfrentaba a los últimos tres lobos que cercaban la cueva, que, al
oler la sangre de su amigo, lo atacaban. Rock, al verlo malherido y en las
garras de los lobos, lloraba y a gritos le daba las gracias. Al Zorro le dio
tiempo a decirle.
¾
Sálvate y ve con ellos. Diles a los humanos que
los zorros no somos tan malos, solo somos inteligente para no pasar hambre. Que
ningún animal del bosque, ni tan siquiera los lobos, matan por el placer de
matar sino por la necesidad de comer ¡Corre amigo!
Rock se acordaba de lo que le
había dicho su amigo, el Zorro, y habló con la maga para que lo que les iba a
decir no lo olvidaran, como el resto de la aventura. Juaca lo tranquilizó: “Así se hará. Tú les dirás, lo que no
quieres que olviden, mientras tomaran la pócima”. Terminó de elaborar la
pócima y se la dio a los duendes para que la tomaran antes de que volvieran al
zoo.
Los asturcones, se echaban para
que los niños montaran sobre sus lomos y llevarlos cerca del zoo. Por el camino
los animales les iban enseñando silbidos que ellos hacían y los sitios más
bonitos, a los que no había llegado el hombre. Todos les contaban sus miedos
cuando aparecían por el bosque los humanos y con ruidos, los mataban sin mirar
si eran cachorros o adultos. Los niños lloraban y les pedían perdón por la crueldad
con la que los trataban. Ellos usan sus terrenos, pero el hombre es ambicioso y
también quiere los de ellos.
Llegaban donde ya se oían
voces humanas, Güili los paraba.
¾
¡Hasta aquí! Amigos humanos, amigo perro, ahora
tenéis que ir a pie. Humanos no correr mucho, el perro se desangrará si lo hacéis.
Darme un abrazo y espero que cuando seáis adultos no vengáis con cosas ruidosa
que nos matan. Espero volver a veros.
Los niños parecían leerse los
pensamientos, y todos a la vez.
¾
Volveremos, pero no a cazar sino a decir que
somos vuestros amigos. Gracias amigos. ¡Hasta pronto!
Todos se abrazaban a los
niños, los duendes lloraban de tristeza se habían encariñado con ellos, en
especial con los pequeños. Todos se despidieron hasta el azor y el águila que
bajaron para abrazarlos con las alas. Los duendes le decían a Rock que se
pusiera con ellos, para que les fuera diciendo lo que no debían de olvidar,
mientras les daban la pócima del olvido, de la maga Juaca. Todos tomaron la
pócima con sabor a fresa, sin rechistar.
Se alejaban los niños entre
lágrimas, y Rock con el dolor de la herida y el nudo en la garganta por los
amigos que había perdido. Rock no olvidaría la aventura, pero ya no podría
hablar con ellos como en el bosque y eso también lo entristecía, aunque se
haría entender como antes de perderse en el zoo. Se acordaba de todos y en
especial del Zorro, que, a pesar, que la primera vez que se vieron se pelearon,
dio su vida por él. Los niños iban despacio hasta que Isma se acordó que en las
películas llevaban a los heridos en camas. Unieron las chaquetas y en ella
pusieron a Rock llevándolo Lydia delante e Isma detrás con María y Julio sujetándolas
por los lados, cuando una pareja de la Guardia Civil oyó a los niños a los que
respondieron y pidieron que siguieran hablando hasta llegar a ellos. Al llegar,
examinaron a los niños en busca de posibles heridas. Los niños solo tenían
pequeños rasguños de algunas ramas, pero su sorpresa fue al mirar a Rock, no
daban crédito la guardia civil, sobre todo el de más edad, que por su
experiencia sabía que eran mordeduras de lobos. Miraban a Rock y miraban a los
niños.
¾
No puede ser. Ahora creo en los milagros… ¿Cómo
es posible que los niños solo tengan pequeños rasguños y el perro esas heridas?
¾
No lo sé, pero están vivos. Y el perro también.
Los agentes abrieron una manta
y en ella pusieron a Rock para llevarlo entre los dos. A los niños ya les
flaqueaba las piernas, los pequeños estiraban los brazos para que los grandes
los llevaran.
Nacho y José salían cuando
oyeron al guarda del bosque hablar con la guardia civil. “Los encontraron. Están bien”.
Cris caía sentada con las manos tapándose los ojos. Nacho y José se
abrazaban como diciendo “¡Ya te lo dije!” Miraron a Cris que seguía en su mar
de lágrimas y fueron a abrazarla. Hasta que vieron al veterinario que llegaba a
la cabaña. José supo que Rock venia herido, la tensión volvía a ellos. Nacho cogía
la mano a Cris.
Llegaban a la cabaña, los
agentes con los niños y Rock. Todos corrían a abrazarse y besarse. Cuando Cris
vio a Rock con las heridas tapadas, preguntó si los niños también estaban
heridos. Todos dijeron lo mismo. “Rock
nos salvó. Es nuestro héroe” El veterinario se hacía cargo de él, echando a
todos de la cabaña excepto los agentes, para que lo ayudaran. “Es una
roca, pueden estar tranquilos”, les dijo a todos mirando a Rock. Lo curó y
recomendó que cuando llegaran a casa lo llevaran a su veterinario para que
siguiera con las curas. Se pondría bien, solo le quedarían dos cicatrices.
Con todos dispuestos para
volver a casa, los niños echaban la última mirada al zoo, del que apenas
recordaban nada. Rock dio un ladrido todo lo fuerte que pudo para despedirse de
sus amigos, al cabo de unos segundos, asomaron el águila y el azor que volaban
sobre ellos y se oyeron a los osos rugir, a los rebecos berrear, a los zorros
aullar y a los gatos maullar. Rock, sonrió desde la ventanilla, volviéndoles a
dar las gracias.
FIN