jueves, 29 de marzo de 2018

LOS ELEGIDOS (Capitulo 3)


LA ESCOLTA

Traspasaban la puerta mágica, cuando Manuel enmudecía con las lágrimas asomando a su rostro, apretando el brazo a su hermano Marco, que estaba paralizado viendo que ante ellos estaba Herminia, la escila. Un monstruo con doce patas y seis cabezas dejando asomar sus afilados colmillos que ladraba sin descanso y devorando todo lo que a su vera se acercaba. Su guarida era una cueva donde a sus presas llevaba. Todo estaba siendo observado por el grifo Viro. Que no perdía detalle. Y sin más preámbulos, entró en combate para el rescate de los niños derrotando a Herminia, haciéndola huir a su guarida. Viro se acercó hasta los niños despacio, no quería asustarlos más de lo que ya estaban pero sin perder de vista como Herminia se alejaba.

¾    Tenéis El Gran Adamas. Tendré que protegeros de los peligros que os acechan.

¾    ¡Anda, si habla! (Manuel no daba crédito, era el primer animal que veía que hablaba y un poquito raro) ¡Marco lo oíste! Está hablando.

¾    Sí, calla. (Marco lo miraba todavía asustadizo y desconfiado y temiendo por él y por su hermano) ¿Y tú quien eres? Como nos hagas daño, lo lamentarás

¾     No temáis no os haré daño(Al grifo se le escapa la risa, ante la débil amenaza del cachorro humano) El Gran Adamas es un diamante mágico que el que lo posea y lo tenga junto con las gemas preciosas del zodiaco podrá cambiar el universo., Si cruzasteis la puerta mágica es que lo tenéis y todo el universo está en alerta sobre vosotros. Estáis en la Era Mitológica y yo seré el que os proteja junto con algunos amigos que encontraremos por el camino. Ahora subir sobre mis lomos que tenemos un largo viaje y habrá que encontrar un lugar seguro.

Despegando estaba Viro cuando escucharon las voces de Dalia y Belén, que apresuradas y tirándose en plancha, habían logrado pasar antes de que se cerrara la puerta. Los gritos de Dalia retumbaron en el valle haciendo un eco ensordecedor que movilizó a todos los monstruos malvados. Viro las miró violentamente haciéndolas callar, ya sabiendo que era inútil. Con el pico subió primero a Dalia y después a Belén sobre sus lomos volando velozmente ante los ogros y dragones negros que los perseguían. Viro los esquivaba como podía, hasta que algún amigo viniera en su ayuda. Pegaso, un corcel alado y el más rápido de los animales galopaba vertiginosamente al encuentro. Los niños eran un suculento plato para muchos de los monstruos que los estaban atacando. El poder que ahora tenían ellos junto al Gran Adamas, era lo que más anhelaba Cayo, el mago más malvado de todos los tiempos. Cayo dirigía desde el castillo a las fieras en busca de las joyas a las que no estaba dispuesto a perder, para convertirse en el dueño del mundo.

Pegaso se aproximaba a Viro mientras los dragones en formación militar de ataque, dirigidos por Cuelebre, se posicionaban ante el Ciclope, los ogros y los dragones negros que atacaban a Viro. Afortunadamente los seres malvados no estaban organizados y atacaban a destiempo dando lugar a Viro pasar los pasajeros a los lomos de Pegaso en el tiempo que Cuelebre se encargaba de entretener a los dragones negros, dando tiempo a que sus amigos escapasen. Él ya les daría alcance. Los balames que controlaban los cuatro puntos cardinales al ver la desorganización de los jóvenes y que el tan delicioso motín de los niños, se escapaba, se enfurecieron atacando a Cuelebre y a Viro e hiriendo a éste último. Cuelebre, al verlo, soltó una llamarada de fuego envenenado alejándolos de ellos. Los viejos balames ya no tenían tantas energías y con las barbas blancas quemadas, se retiraban lamentándose de su fracaso.

Pegaso seguía galopando todo lo deprisa que podía, agitaba sus alas para elevarse por encima de las montañas con un despegue vertical que a Manuel hizo, abrazar a su abuela con el miedo metido en el cuerpo de un niño de 5 años al que unos seres fantásticos, querían matarlo. Marco con los ojos abiertos como platos, no perdía detalle de la batalla entre los monstruos, preocupándose por la suerte que corría Viro al que dejaron acorralado por los Dragones Negros. Pegaso ya sobrevolaba las montañas cuando vio al Can Cerbero, un perro gigante con tres cabezas y teniendo por cola una serpiente, que custodiaba la puerta del infierno donde los muertos no podían salir y los vivos no podían entrar. Pegaso trató de ignorarlo para que los niños no lo vieran pero Cerbero le habló,

¾    No tan rápido Pegaso, que no tardando mucho estarán todos aquí dentro. Me alimentaré de ellos (El Can Cerbero señalaba la entrada de la puerta y se reía creyendo todo lo que decía)

¾    ¡Eso ya lo veremos! No solo Viro y yo iremos con ellos.

Por primera vez a Marco se le veía una lágrima, la tensión por el esfuerzo que hacía por disimular sus miedos, lo vencieron. Belén que estaba pendiente del niño, lo abrazó contra su pecho y depositando un beso sobre la frente, le sonrió. Sonrisa a la que respondió Marco, que sin dejar de mirar a su hermano, volvió hacer de hermano duro que cuidaba de él a pesar de sus 7 años camino de 8. Dalia miraba a sus nietos con la ternura de una abuela orgullosa de ellos. Sabía que Manuel era más miedoso que Marco pero éste, a pesar de ser mas independiente necesitaba tanto o más cariñoso que Manuel. Dalia levantaba la mirada al cielo rezando a Dios para que escuchara sus plegarias y para que los ayudara en todo momento. Belén la miraba tan preocupada como ella pero a la vez esperanzada de que todo saldría según lo señalado por su amigo. Dalia se sobresaltó al escuchar a Manuel gritar emocionado.

¾    ¡Mira aya! Son enanos ¿Nos harán daño? (Manuel miraba a su abuela pidiendo que lo tranquilizara)

¾    No Manuel (Contestó Pegaso) Son amigos, ellos son duendes y os darán de comer y cobijo donde dormir.

¾    ¡Anda tú también hablas! ¿Cómo te llamas?

¾    Pegaso. Seré uno de vuestros compañeros en la misión.

¾    Nosotros no tenemos ninguna misión (Contestó enfadado Marco)

¾    No te enfades Marco, que este lindo corcel es nuestro amigo (Haciéndole carantoñas le contestó su abuela)

Pegaso ya en la pradera miró a Belén y guiñándola un ojo, se tumbó sobre la hierba para que desmontaran cerca de los duendes que los esperaban. Entre sonrisas y señas, les pedían que los siguiesen hasta el poblado donde lo tenían todo preparado. EL olor a comida abría el apetito a los niños que ya estaban tranquilos y jugando con los otros niños del poblado. Mientras, Pegaso no dejaba de mirar el horizonte esperanzado en volver a ver a Viro, sin que diese señales de vida y la noche se echaba encima.

La Luna hacía tiempo que vigilaba cuando Viro aparecía a trompicones sobre el poblado. Al verlo, se quedaron todos contentos viendo que Viro solo tenía pequeñas heridas que el curandero de los duendes sanaría.

Llamó a los muchachos Dalia, para que se unieran a ellas que estaban sentadas alrededor de una hoguera, frente a su choza.

¾    Belén creo que ya es hora que nos cuentes de que va esta historia. (Dalia solía hablar pausada como midiendo sus palabras para que nos sonaran hirientes) ¿A qué se refería Pegaso con eso de la misión?

¾    Sí bueno no pensaba que esto fuera tan pronto pero al precipitarla los niños… No sé (Belén bajaba la mirada pero subiéndola enseguida para tranquilidad de su amiga) ¿Te acuerdas del paquete que mi amigo de internet me envió y que llevaba una carta? (Dalia afirmaba con la cabeza) ¡Bien…! En ella me decía que debía de llevar el Gran Adamas junto con las gemas del zodiaco a un lugar sagrado donde los hombres con cabeza de perro lo custodian.

¾    ¡Qué son las gemas Belén? (Marco preguntaba no perdiendo nada de lo que Belén contaba, era como cuando su madre les contaba un cuento)

¾    Son las piedras de colores que encontrasteis en mi casa y que no debéis de sacar en ningún momento ¿Por qué las tenéis con vosotros, no?

¾    Si Belén aquí están (Manuel las sacaba junto al Adamas del bolsillo del pantalón)

¾    ¿Eres tonto? No ves que dijo que no las sacáramos (Marco de un manotazo quitó la bolsa donde estaban las piedras y el Adamas y se la guardó en su pantalón)

¾    ¡Queréis callar, niños! (Dalia los reprendía para que Belén no perdiera el hilo de la conversación y así poder enterarse de la dichosa misión) Prosigue por favor Belén, ibas que había que llevar el Gran Adamas a un lugar sagrado.

¾    ¡Ah sí…! Sé que es una Isla pero en verdad no sé donde está. Tuve que aprender magia blanca y se supone que veré ese lugar en un sueño pero todavía no he visto nada.

¾    Pero si no sabes dónde ir, ¿cómo vamos hacerlo? (La cara de Dalia era de preocupación)

¾    Ya te dije que se supone que veré el lugar en un sueño. La magia nos vale para cualquier contratiempo que tengamos. Mi amigo en la carta también me decía que iría con dos niños cuyos nombres llevarían la letra M (Belén se ría asombrada por la adivinatoria de su amigo. Los hermanos eran Marco y Manuel Melibea) ¡No me digas que no es asombroso el dato! También nombraba a una gran mujer con temple y amiga mía y nos escoltaría un grifo, un corcel, un dragón, dos elfos y tres nagas. Ellos nos darán seguridad, sabiduría y magia para los peligros que nos esperan. Nos protegerán con sus vidas si hace falta. De no cumplir esta misión, este mundo donde vivimos, y al que conocemos junto al universo, desaparecen y con ellos, todas las criaturas. Las tinieblas se apoderarán de ellas llevándolas a la destrucción. Si por el contrario la cumplimos, los niños tendrá que colocar el Gran Adamas en el centro y las gemas alrededor y en el orden de las agujas del reloj. Entonces se abrirán las entrañas de la tierra y asomarán unas tablas, en ellas deben de escribir lo que queremos para el buen funcionamiento del planeta. Borrarán todo lo que nuestros antepasados hicieron mal y lo mejoran por el bien de todos. Las tempestades son castigos, por la maldad de los hombrees con la madre naturaleza. Los pesticidas acaban con las especies que la engrandecía y cuidaban de ella y a la mar se le devolverá su agua que ingratamente fue sustraída. Tendrán que escribir que no habrá centrales nucleares, ni bombas atómicas, que miraremos por no tirar las cosas que no nos sirvan en el campo o en la mar y que todo lo que destruyamos será de nuevo reimplantado o reciclado. No gastaremos más papel que el necesario para no talar un árbol del que necesitamos. Así sucesivamente con todas las cosas que hicimos mal. Esto es como una segunda oportunidad. Hay un mago perverso, que se llama Cayo, y quiere el Gran Adamas para tener el poder sobre las tinieblas y ser el único que se salve de la destrucción y volviendo a las ánimas esclavos. Los niños son las piezas importantes en esta aventura. Ellos son los que deben sobrevivir aún acosta de nuestras vidas (Belén se levantó y sentándose junto a Manuel haciéndole un mimo) ¿Verdad que ahora que sabes que eres un niño muy importante, y ya no tienes tanto miedo? ¿Qué serás muy valiente como tu hermano?

¾    Yo soy más valiente que Marco (Le entraba la risa pícara sabiendo de la mentirijilla que estaba diciendo)

¾    Tú eres una gallina, tienes miedo a todo. Yo sí que no tengo miedo a nada. Soy más valiente que tú (Marco intentaba picar a su hermano para que se enfadara consiguiéndolo) Gallina, gallina, gallina…

¾    ¡Aya míralo! Yo no soy gallina soy valiente.  ¿A qué no, Belén?

¾    ¡Ya está bien, niños! Vámonos que mañana creo que nos espera un día pesado. (Dalia hablaba casi susurrando, el cansancio se apoderaba de ella) Belén, yo siempre daré la vida por mis nietos. Siempre…

La aurora ya asomaba tras la luna, cuando Cuélebre, las Nagas y los Elfos llegaban al poblado en busca de Viro y Pegaso, la tropa ya estaba reunida para la misión que les esperaba.

LOS ELEGIDOS (Capitulo 2)


EL REENCUENTRO

El otoño acariciaba la piel tostada de Dalia, una mujer de ojos asiáticos, pómulos prominentes y sonrisa cálida. Su piel cuidada a pesar de los vaivenes a lo largo de su vida, disfrazaba sus frustraciones y sus miedos con una mirada penetrante y una indumentaria femenina y cuidada hasta el último detalle. De estatura media- alta con las curvas marcadas en un cuerpo delgado. Sus piernas finas y manos grandes, debidamente cuidadas a base de cremas que usaba a diario. Viuda y con dos hijos se debatía entre las costumbres ancestrales de sus antepasados orientales y el consumismo moderno de sus recientes raíces occidentales. Sus padres habían procurado darle estudios, hasta que se licenció en periodismo, abandonándolo cuando se caso. Madre de dos hijos independientes y casados, tenía el hobby de malcriar a sus nietos cuando estos iban a visitarla. Dalia residía en Madrid donde podía estar rodeada de diversas amistades, pasando desde la farándula hasta el político de moda del momento, sin olvidar a los amigos de tribus urbanas, que habían pasado tiempo entre los muros de la trena.

Amanecía cuando los rayos solares se colaban por la ventana de Dalia que siempre dejaba entreabierta. Nunca se levantaba más tarde de la seis de la mañana. Su lema era --“Aprovecha el día todo lo que puedas que ya descansarás, cuando te mueras”- No tardaba mucho en apartar las sábanas y ponerse en pie, camino de la cocina a preparar el té hindú que tanto le gustaba. Siempre tenía la misma rutina pero hoy tenía una cita con una amiga de la infancia y que hacía tiempo que no veía, Belén se llamaba.

Belén era de estatura media con ojos marrones y tez blanca y con un cuerpo de hombros más bien estrechos y caderas anchas. Era autodidacta y gran conocedora de culturas ancestrales y ahora estaba entusiasmada en el aprendizaje de las artes adivinatorias. Belén estaba casada con un diplomático teniendo por casa el mundo, sin un lecho fijo que durara más de dos meses. Solo la jubilación de su esposo hizo que Sevilla fuera su residencia fija. Hoy Belén llegaba a Madrid para supervisar su nueva casa y de paso saludar a su amiga.  Su aspecto no descubría su edad, lo que la hacía vestirse con ropa cómoda y juvenil. De profesión profesora, carrera a la que dedicó sólo dos años para dedicarse en todo momento a las necesidades de su esposo. Él, que apenas estaba en casa, la hacía tener mucho tiempo libre y siempre con las maletas hechas, por lo qué se sumergía en el mundo de internet, conociendo nuevas y apasionantes amistades internautas, llegando a sumirse en el misterioso mundo de la magia y artes adivinatorias. No había libro sobre aventuras o leyendas del más allá, que no hubiese leído. Tema, que cuanto más sabía más le apasionaba.

Dalia vivía en el barrio de los Austrias, cerca de la Puerta del Sol. Barrio que le traía gratos recuerdos de su etapa estudiantil a Belén. Cada paso que daba, les traía a la memoria a sus compañeras, a aquel novio que prometía un futuro grandioso y del que nunca más supo, a los serenos que vestían con capote gris y una gorra de plato. Atadas al cinturón iban las llaves de los vecinos a los que siempre abrían las puertas y una linterna. Los serenos daban seguridad a las calles y confianza a los vecinos que en ellas vivían. Era un agente social al que acudía para casi todo. Un antaño del que pocos se acordaba. Llegaba al portal cuando se paró a dar una mirada a la pastelería que por muchos años que tenía seguía teniendo su clientela. Dalia abría la puerta con una sonrisa de oreja a oreja a su amiga, extendiéndole los brazos para las dos fundirse en ellos. Belén pasaba al salón mientras Dalia preparaba la ceremonia del té.

Ya las dos en el salón, Belén tomaba el té con la mirada perdida, al cabo de dos frases seguidas se ausentaba cosa que iba molestando a Dalia.

¾    Belén ¿Estás bien? (Dalia subía sutil pero enérgicamente el tono, en señal de molestia, terminando con una sonrisa irónica) No me estás prestando atención.

¾    Si Dalia.  (Belén hizo un pequeño silencio) Bueno no del todo…

¾    ¡Pues te escucho! Soy todo oído ¿Qué ocurre?

¾    Es que no sé si debo contarte… Puede ser peligroso (Belén tanteaba a su amiga)

¾    Sabes que soy periodista y que mi primer mandamiento es no desvelar los secretos que me cuentan. Confía en mí.

¾    Hace seis meses que conocí a un amigo a través de internet. Éste amigo, me envió un paquete con un objeto donde me explicaba su significado y todas las instrucciones que debía de seguir. Mi cometido es encontrar las gemas sagradas y colocarlas en un lugar, que aún no descubrí, en torno a esto (Belén sacaba del bolso una piedra preciosa) Como ves es un diamante único, sacado hace siglos, según cuenta una leyenda, de las Islas de Andamán. Cómo sabes, aunque perteneciendo a la India están más cerca de Tailandia. Otro día te hablaré más de ellas, tiene una historia apasionante. ¡A lo que iba!  Este diamante con este azul tan peculiar, es lo que hace que sea un gran conductor de energía, debido a la impureza que tiene de boro, se le conoce como El Gran Adamas. A partir de ahora cuando te hable, de él, lo haré así. Al Adamas, le unes las doce gemas del zodiaco colocándolas en el sentido de las agujas del reloj, te abren un puerta al pasado, que en buenas manos, podremos mejorar el presente o por el contrario llevarlo a su destrucción. ¿Entiendes el poder que posee y el peligro que conlleva?

¾    Sí ¿Pero no te suena fantástico? (Dalia la miraba con ternura y con la voz más sutil que podía) Ya sabes que soy agnóstica y eso me suena más, ¡no te enfades!, a película de Hollywood que a algo real. ¿Te paraste a pensar que puede ser un timo o una broma? ¿Diste dinero?

¾    No, no seas incrédula y tócalo (Dalia al coger el diamante sintió un calor a lo largo del brazo que le llegaba hasta el hombro. Esta sensación la hizo soltarlo bruscamente, abriendo la mano y dejándolo caer. Belén que se lo temía, lo cogió por los aires) Dime que otro diamante hace esto. Es un diamante en bruto que por su peculiaridad y por las caras que tiene lo hacen ser milenario. Se encontró cerca de un lago, del que los nativos piensan que sus aguas son medicinales, y las tribus que por allí habitan no permiten que nadie se acerque. Es un misterio y creo que la puerta por donde regresar al pasado se encuentra allí, pero todavía me falta por encontrar la gema de cáncer que es la Aventurina.

¾    ¡Vale! ¿Si te ayudo a descubrir dónde está la puerta podré saber que fue primero si el huevo o la gallina? (Dalia trataba de desdramatizar la tensión de su amiga)

¾    ¡Dalia, no te rías! El Gran Adamas se puede utilizar para bien o para mal, ya te lo comenté… Si cayera en manos inapropiadas puede ser más peligroso que la bomba atómica. De hecho hay manuscritos que dicen que el Gran Adamas vino del espacio de otra galaxia no todo confirma que es un autóctono de la India. Sus poderes son muy valiosos para científicos o para depravados que solo buscan el beneficio propio. (A Belén le temblaban algo las manos, síntoma de su gran nerviosismo sabedora que estaba en el umbral de encontrar la última gema) Confío en ti, Dalia Por favor guárdamelas hasta que te las pida. Solo falta una.

Había pasado dos meses desde la visita de Belén a Madrid, cuando esta llamó a Dalia para que fuese a visitarla a Sevilla. Dalia le comunicaba que lamentándolo mucho iría con sus dos nietos ya que su hija estaba de viaje.

Llegaban a la estación de Santa Justa, en Sevilla, saliendo del tren con paso sereno entre el gentío que aceleraba en busca de un taxi. Dalia pendiente de los niños espero poco tiempo a que un taxista los viera y los llevara a casa de su amiga. Paró un taxi, Dalia subió a los niños en los asientos de atrás, y éstos alborotados, se apresuraban a mirar por la ventanilla, como los caballos paseaban con garbo por las calles no parando de hacer todo tipo de preguntas a la abuela, entre risas y peleas, en cada respuesta. A Dalia, al pasar por el puente de Triana, le llegaba el olor a azahar que impregnaba el ambiente, haciéndola recordar la última vez que había estado con su marido y lo mucho que disfrutaban de los tablaos flamencos. Como entonces, en Sevilla se olía a amor, se respiraba alegría.

Ya en la casa, Belén los acomodaba es sus habitaciones contiguas donde los niños estarían controlados sin que las molestara. Marco y Manuel eran muy diferentes, siendo Marco el mayor, el más responsable y el más decidido a la hora de las aventuras, pocas cosas lo asustaban. Manuel era más travieso e indeciso, si no estaba seguro de entrar en la aventura o subirse a cualquier atracción de feria, no lo hacía, pero si le gustaba competir con su hermano, con la picaresca de las trampas, cosa que si no hacia no ganaba. Dalia les había prometido que si se portaban bien los llavearía al Parque de atracciones de Sevilla.

Mientras los niños jugaban con las consolas, Dalia y Belén tomaban el té en el patio que estaba al descubierto. Entre sorbo y sorbo Belén le iba contando a su amiga todo lo averiguado sobre la última gema y donde la había encontrado, en un pueblo lejano de EE.UU en el estado de Illinois, cerca del rio Mississippi. Mientras, los niños estaban aburridos de jugar con el juego que ya sabían de memoria, hizo que Manuel se levantara reprendiéndole Marco, al que sin hacerle caso, se fue a explorar la casa. Una finca grande decorada de estilo mozárabe y cartujano, los adoquines que figuraban en las paredes parecían más expresar un mapa que un motivo decorativo. Manuel vio un paquete pequeño del que asomaba una piedra de color verde, la piedra le pareció bonita e incitaba a cogerla, cosa que sin vacilar hizo, para salir corriendo hasta llegar a la habitación en la que estaba Marco para mostrársela. Éste al verla, recordó que vio piedras parecidas a esa, en el salón de la casa. Aquellas piedras también eran de colores y levantándose, le indicó a su hermano que lo siguiera sin hacer ruido. Manuel estaba alterado ante el nuevo juego, iban en busca del tesoro del pirata.

El salón era amplio con muebles de época con maderas nobles, el verde claro de las paredes jugaban con los rayos solares que entraban por el balcón, iluminando toda la estancia y dándole un toque de alegría a la decoración,

¾    ¡No metas ruido, tonto! Si nos ven no capturaremos el tesoro y el capitán Barba Roja nos lo quitará. (Marco se llevaba el dedo índice en vertical hacia la boca en señal de silencio)

¾    No meto ruido pero yo quiero verlas y no me dejas (Manuel, sin hablar muy alto se enfadaba con su hermano)

¾    Si mira. (Marco se paraba a contarlas y de reojo vio El Gran Adamas) ¡Mira esta! La mirada de los niños se iluminaba al ver tan hermosa piedra. Es de cristal, cógela con cuidado que no se rompa y además está un poco caliente.

Los niños se tumbaron sobre suelo y con sumo cuidado de no hacer ruido y de no romper la “piedra de cristal” pusieron esta en el centro y alrededor de ellas las piedras de colores que habían encontrado. Al colocar la última gema un rayo deslumbrador iluminó el salón asustando momentáneamente a los niños y llamando la atención de Belén que corriendo y gritándole a Dalia fueron despavoridas hasta el salón. Una puerta mágica se abría ante los niños y Marco sin dudarlo, cogió a Manuel, pasando al otro lado. Dalia llena de temor, no quería hacer preguntas, solo corría junto a su amiga para poder pasar la puerta y proteger a sus nietos.

LOS ELEGIDOS (Capitulo 1)


LA VISIÓN

Mi nombre es Mahatma, que viene a significar “Gran Alma”, soy un Lama y actualmente resido en el Tíbet. Me gustaría contarles una historia, que no hace mucho pasó. Estaba yo en plena meditación, cuando visioné La Tierra en un futuro no muy lejano. Sus calles grises, estaba desiertas debido a la contaminación y las pocas gentes que por ellas paseaban, iban sin luz en la mirada y con mascarilla. El calentamiento global del planeta estaba cada vez era más elevado, haciéndose casi milagroso, el caminar doscientos metros sin que te desfallecieras. Las tierras estaban estériles y pidiendo, compasión ante la lluvia ácida producida por las fábricas y los automóviles, la desforestación era tan abusiva, que los niños apenas sabía lo que era una orquídea o un roble. Los bosques, se horrorizaban cuando veía a una sierra eléctrica o a los cambios climáticos, pero, aún más a la imprudencia de los seres humanos cuando salían al campo con las barbacoas o a los campesinos noveles cuando quemaban las hierbas malas. Al final, siempre terminaban incendiando los bosques. El oxigeno que estos nos proporcionaban tan necesario para nuestro planeta, estaba siendo aniquilado. La capa de ozono que nos protegía de los rayos ultravioletas, que el astro Sol nos enviaba, iban desapareciendo dando paso a enfermedades epidérmicas. La tierra era tan ácida, que se hacía imposible cultivarla y la mar se convertía en un vertedero más, que usábamos los humanos, exterminando a los animales marinos. Era evidente que esas imágenes eran un aviso.

Mi estado emocional me hizo reaccionar y sin pérdida de tiempo, fui a ver a mi Maestro y líder espiritual, el Dalai. Le fui contando todo lo de mi visión sin dejar que nada se me escapase pero, preso de mi angustia, mis palabras salían atropelladas y demasiado deprisa para ser escuchadas. El Maestro con la mirada serena y apoyando una mano sobre mi hombro, logró que mi nerviosismo desapareciera y mis palabras se serenasen para ser coherentes.

¾    Mahatma, lo que tienes que hacer es seguir con tus ejercicios. Si te llegó esa visión, también te llagara como resolverlo. Ten calma y sé solo un observador, no te asustes. Pon atención a cada imagen, por extraña que parezca y ven a contármelo. Pensaremos como darle respuesta.

Siguiendo sus sabios consejos, retomé mi meditación matinal al día siguiente, y no tardando mucho aparecieron las imágenes en las que ahora estaba como mero espectador, sin interrupciones y viendo todo lo que pasaba.

Esta vez, me llevaban a la costa levantina de España, donde dos hermanos de 7 anos y 5 recién cumplidos, serían los encargados de salvar el planeta. Puse toda la atención de la que fui capaz, haciendo caso al Maestro pero no entendía como dos niños podían cargar con tanta responsabilidad. “Pon atención a cada imagen por extraña que parezca” Esta frase del Maestro me venía a la cabeza. Los niños eran los encargados de escribir en unas tablas qué salían de la tierra. Ellos debían de reescribir nuestra historia en una segunda oportunidad que se nos brindaba. Después de una hora de cavilaciones, no logrando entender la unión de estos niños con la salvación del planeta, volvía ver al Maestro.

¾    Mahatma si este mundo tiene una oportunidad de salvarse, escribiendo en las Tablas Sagradas, nada mejor que unas manos blancas con la mente pura. Un niño de cuatro años puede tener una objetividad y un karma que un hombre de 40 ó 80 años, no tenga. Todo depende del interior de cada persona y la fe con la que realiza las cosas. Lo que debes de hacer de inmediato es localizarlos y explicarles cuál es su misión en la Tierra. Me dijiste que eran españoles. Ya tienes un comienzo pero antes vuelve a tus ejercicios por si te aparecen más visiones de cómo contactar con ellos.

Llevaba una hora de meditación sin que apareciesen más imágenes reveladoras. Mi mente estaba cansada y mis pensamientos se descontrolaban. Hice un descanso para beber un vaso de agua y encontrar la paz interior de la que ahora tenía falta. Una vez recuperado mi “ser” sin que los malos pensamientos entraran en mi mente, volví a ver nuevas imágenes.

Esta vez era una mujer de mediana edad que tonteaba alegremente con las ciencias ocultas, que tanto gustan a los occidentales. Era una mujer inquieta e impulsiva. Seguía como observador sin que mi mente la rechazara y proseguir con ellas. La mujer europea hablaba con otra de edad similar pero con rasgos orientales, se notaba que eran amigas por cómo se trataban. Me fijaba en la escena y vi un arco en una ciudad grande, era Madrid y por el idioma en el que hablaban, no albergaba ninguna duda. España abría sus puertas a mis visiones. De pronto, la mujer inquieta la veía en la Fuente de Trevi, por lo que me hacía dudar de donde estaban y no tardando en comprender que era española residente en Roma. A continuación me vino la gran pregunta. “¿Qué relación tenían con los niños?” No lograba enlazarlos, estando ellos en el Levante español, una en Madrid y la otra en Roma. Decidí dar descanso a mis pensamientos y dejarlo para el día siguiente. La salvación era posible solo había que reunirlos, prepararlos y que éstos colaboraran y tuvieran éxito en la misión que se les encomendaba. Su fracaso, sería nuestro fracaso.

Entrada la tarde, el Dalai salía a mi encuentro por uno de los pasillos del templo y sin preámbulos, me preguntó si había noticas nuevas. Al contarle lo que había visto y lo curioso de los rasgos orientales de una de las mujeres, el Dalia me pidió que lo acompañase. Para mi asombro, en uno de los libros referentes a Buda se hablaba de una mujer de origen oriental cuya descendencia sería la encargada de salvar la raza humana. Una mujer culta y con la paz interior necesaria para los problemas y peligros que la misión conllevaba. Su templanza ayudaría a sus descendientes en su karma e instruirles de lo que debían de hacer como hombres de bien. Esa mujer era descendiente de un lama del Tíbet discípulo de Buda y llevaría el nombre de una flor símbolo del Nuevo Mundo y cuyo significado sería “La pradera que esta cobijada por el valle”   No daba crédito a lo que tenía delante de mis ojos cuando el Dalai con la voz serena pero firme, mirándome a los ojos me dijo.

¾    Mahatma, tienes que conectar con la mujer que está en Roma. Si es impulsiva será más fácil de convencerla de la importancia de la misión. Pídele ayuda al lama Djwhal que es experto en conectar con el mundo occidental. La mujer que está en Roma se verá pronto con la oriental y creo entender que esos niños serán sus nietos. Djwhal te ayudará a convencerla más fácilmente por lo que me dices.

Al día siguiente Djwhal y yo, buscamos en los chat de ciencias ocultas algún comentario de la mujer española, tardando cerca de cuatro horas en encontrarla, en un chat, hecho en Italia, para gente de habla hispana. La estuvimos observando varios días de cómo se desenvolvía y cuando Djwhal percibió, por sus respuestas, que se aburría, entró en el chat directamente hablar con ella. Yo le seguía sin saber muy bien que decir y recordando que en mis apariciones estaban siempre presente esa magia de la que se habla tanto en occidente y de las gemas del horóscopo, así como el Gran Adamas, que no era otra cosa que un diamante mágico con un color azulado. Para estos menesteres, tuve que pedir ayuda a un gran amigo inglés que era sabedor de esas artes de la magia. Un gran mago, al que no le gustaba presumir de ello, y que sólo ayudaba al que se lo pidiera aunque en verdad, trabajaba para Scotland Yard. El entraría en nuestro grupo del chat y él la iniciaría en lo más básico de la magia. La misión comenzaba a tomar color, solo faltaba el eslabón que Belén tenía que unir con su amiga. El poder de convicción que tuviera con ella sería determinante.

Al cabo de quince días en los que chateábamos diariamente y habiendo hablado y pidiéndole permiso a Harrie, mi amigo, el mago inglés, le comenté a mi nueva amiga, lo bueno que era con la magia y si le apetecía conocerlo por el chat, a lo que ella accedió encantada. Harrie entraba en escena sabiendo todo lo referente a mi visión, en una tarde que contactando y congeniando muy bien con ella, quiso profundizar más en el tema de adivinar lo que pasaría si el planeta se volviera un caos. Harrie analizaba con detalle todas sus respuestas y no tardando mucho comenzó a iniciarla más seriamente en el mundo de la magia blanca. Una vez que la vio preparada para lo que tenía que cumplir, mi amigo me avisó para que le contara lo que el destino le tenía preparado y lo importante que era que lo aceptara. Nos costó más de lo que pensábamos el convencerla pero una vez que aceptó la misión, Harrie le daba cursillos acelerados de la magia que podrían necesitar en el viaje. Yo la informaba de lo que le abrían las puertas con las gemas y el diamante, explicándole Harrie lo que significaba zodiacalmente cada gema y como llamaban a ese diamante en particular. El Gran Adamas- La misión comenzaba a tomar forma- Yo se lo explicaría mejor en una carta dirigida a su casa todo lo que había visto y en parte como lograrlo, el resto dependerían de ellos y de los amigos que encontrarían por el camino.

jueves, 22 de marzo de 2018

Cuento: PERDIDOS EN EL ZOO





El día se despertaba alegre y el sol miraba desde las alturas a Rock, que corría en círculo por el jardín de la casa. Hoy era el gran día en el que sus dueños, Cris y Nacho llevarían a las niñas al zoo, y los acompañaría. Rock no paraba de dar vueltas sobre sí mismo y corría hacia la ventana de las niñas para llamarlas con pequeños ladridos. Lydia era la primera en levantarse para abrir la ventana y darle caricias a Rock. El aire fresco despertaba a María que risueña llamaba a Rock para que entrara por la ventana. Lydia lo ayudaba hasta que entraba su mamá que las reñía por dejarlo subirse a la cama. María abrazaba a su madre sonriente y haciéndole caritas la regañina desaparecía. Lydia llamaba a su padre que con cara seria sacaba a Rock de la habitación y las pedía que fueran a desayunar si querían ir al zoo.

Camino de la cocina Lydia le decía a su mamá todo lo que tenía que estudiar para el examen, pero asegurándola que aprobaría con buena nota. Su responsabilidad la hacia parecer mayor de once años. No así su hermana pequeña que con seis no dejaba de jugar y ver los dibujos animados. Sonreía ante las adversidades sacando el lado bueno de todo el que se le acercaba. No tenía exámenes, pero advirtió muy pronto su madre, su facilidad para los idiomas cuando escuchaba canciones. No se le escaba nada de su entorno y todo lo admiraba con sentimiento. Rock, un pastor alemán de colores marrones y negro, era su adoración, su compañero fiel de juegos. Rock era hijo de perros policías al que adiestraba José, un amigo de la familia y al que invitaron para que los acompañasen con sus hijos a pasar el día en el zoo. Ismael y Julio amantes también de los animales, no dudaron en suplicar a su padre que aceptara la invitación. El día se presentaba tranquilo.

Estaban llegando al zoo, que miraba a los Picos de Europa, rodeado de verdes valles. Aparcaban debajo de un árbol, al que llaman arce, donde la sombra protegería a Rock del sol mientras ellos estaban en el zoo. Rock lloraba viendo cómo se alejaban dejándolo solo. Delante iba Isma jugando con la consola y a su lado, su hermano Julio incordiándole. Lydia no perdía detalle de los dos hermanos y María se enfadaba con su madre porque no dejaban a Rock en el coche. Después de un buen rato en el zoo, los niños entre risas y juegos se iban alejando de sus padres sin darse cuenta. Al cabo de un rato, ya fuera del alcance de los mayores, Ismael se percató de que no estaban. Los adultos habían cogido otro camino distinto al de ellos. Tembloroso y casi tartamudeando, dio el aviso a Lydia con la mirada. Al percatarse de lo que pasaba, Lydia tranquilizó al grupo convenciéndoles de que ya los estaban buscando. Pensaban que estaban retrocediendo sobre sus pasos sobre sus pasos e ir donde los habían visto por última vez, pero se iban adentrando en el bosque que bordeaba al zoo y donde los animales salvajes andaban sueltos. Julio dejó de jugar con la consola y María reía porque estaba segura de que Rock los encontraría. Comenzó a llamarlo todo lo alto que pudo, Julio al verla tan animada, unió su voz a la de ella y con ellos Isma y Lydia, desde una ladera empinada, cubierta por una arboleda que apenas dejaba ver el cielo. Las majestuosas montañas se extrañaban de verlos por allí, donde los urogallos se tapaban para no oírlos, y el azor alzaba el vuelo para correr la voz. “Cuatro cachorros humanos, están perdidos” La noticia corrió entre los animalitos que por allí vivían hasta llegar a oídos de los duendes, que salieron a buscarlos.

Cris cerró el móvil, y sin mirar a su alrededor, y llamó a Lydia. Al ver que no la contestaba se volvió. Su cara, por primera vez en su vida, era pálida, los colores querían asomar, pero el nerviosismo los paralizaba, las manos al igual que los pies, le temblaban. Nunca sintió tanto miedo, como en aquel mismo momento. Los niños no estaban. Los llamó con la voz desgarrada alarmando a Nacho y José. No podían creerlo, no hacía ni dos minutos que estaban junto a ellos, perdiéndoles de vista por mirar el mapa del zoo. José, sugirió ir a la enterada y que los anunciaran por megafonía, por si algún adulto los encontraba.  

En las entrañas del bosque, los animalitos seguían corriendo la voz hasta que llegó a oídos del oso Güili, que los mandó callar, no se fueran a enterar los hambrientos lobos. Ordenó a los animalitos que los protegieran y que lo avisaran si pasaban por aquella zona. Al poco tiempo, los niños se paraban delante de Güili, al que despertaron con sus ruidos. Abrió los ojos y con gesto malhumorado los miró cortándoles el paso. Los niños estaban asustados.

¾    ¡Atrás Lydia! Los osos son peligrosos y este tiene cara de mala leche.

¾    ¡Ya lo sé, Isma! ¿tú sabes si los osos son carnívoros?

¾    No lo sé, pero mejor no lo comprobamos. Vámonos despacio

El oso Güili vio acercarse a los duendes Oriamendi y Alonso, a los que les hizo seña de que estaban allí. Los duendecillos, tenían órdenes de llevarlos hasta la maga Juaca, para poder comunicarse con ellos. Los duendes, al llegar hasta ellos, los saludaron y mediante señas e indicándoles que los siguieran. Todos estaban nerviosos menos María, que seguía creyendo que Rock los encontraría. Caminaban en fila, Oriamendi iban delante seguido por Lydia y cerrando el grupo Isma y Alonso. María quería acariciar a todos los animalitos que veía, no así Julio que desconfiaba de ellos mientras que a Lydia y a Isma solo les preocupaba volver a casa. Alonso, al ver el ímpetu de María por acariciar a todos los animalitos, indicaba a Lydia que la sujetara por si algún animal la llevara hasta los lobos hambrientos, aunque ya temía que estaban enterados de su estancia.

Las aves llevaban por todas partes la noticia llegando hasta oídos de Rock que tenía la ventanilla un poco bajada. Afinó el oído, y oír dos hembras y dos machos, se apresuró a bajarla del todo. Saltó por ella para meterse en el zoo y emprender su búsqueda, encontrando primero a Cris, a la que ladrando llamó su atención. Cris, nerviosa y con los ojos llorosos, aun sabiendo que Rock no podía estar allí vio una esperanza de encontrarlos. Lo besó y lo alentó para que los buscara. Rock corrió tanto como pudo, para adentrarse por donde Cris le señalaba. Por el camino Rock preguntaba todo animalito que pudiera darle noticias de por dónde se encontraban. Olía cada árbol, cada arbusto en busca de pistas que lo condujeran hasta ellos. Su olfato no detectaba nada humano hasta que ya casi dado por vencido, tropezó con un troco que olía a María. Siguió ese rastro llevándolo hasta el oso Güili.

¾    ¡Hola, señor oso! ¿Vio pasar por aquí a cuatro cachorros humanos?

¾    ¡Eh mirar! Tenemos un perrito señorito en busca de sus amos. No recuerdo, déjame pensar. No, no recuerdo, así que déjame dormir si no buscas pelea.

Una ardilla que lo escuchó se apresuró a decirle que estaba con los duendes del bosque, pero no sabía por dónde andaban. Un castor, interrumpió la conversación de la ardilla con Rock.

¾    Cachorro, los cachorritos humanos están con los duendes y con la maga Juaca. Debes de cruzar esas montañas.

¾    ¡Uf…! Gracias señor castor. Gracias señora ardilla.

La arboleda no dejaba a los rayos solares alumbrar el camino, que con el rocío de las ramas lo hacían resbaladizo. Rock corría veloz hasta la falda de la montaña cuando lo vio un rebeco. El Rebeco lo observaba y veía que su juventud le impedía pensar con la cabeza, por lo que llamó a su amigo el Zorro.

¾    ¿Me llamabas, viejo?

¾    Sí, Zorro. Mira ese cachorro de perro, creo que busca a los cachorros humanos y está con los duendes y la maga. Ve con él por los pasadizos, que yo subiré por la montaña para ver si a la salida hay peligro. Si me ves en ella, es que podéis salir y si no estoy, correr o no salir.

¾    ¡Déjalo viejo! Yo subiré a la montaña. Se reirán un rato sino lo consigue.

¾    No se reirán de mí. Las subiré.

El Zorro saludó con guasa a Rock cortándole el paso.

¾    ¿A dónde vas cachorrito? Estos parajes son peligrosos para ti.

¾    Yo no soy cachorrito ya tengo un año humano y mis patas son fuertes y mis dientes también. Si quieres pelea aquí me tienes.

¾    Dejarlo ya. Zorro, ayuda al cachorro, los lobos se acercan.

¾    Esperarme, yo también voy con vosotros.

¾    ¿Tú? ¡Pero si eres un cobarde! Cuando ves a la maga te meas todo.

¾    Un Gato Montés, jamás se acobarda ante una maga.

¾    ¡Está bien!, Gato. Vente con nosotros.

Al lado de un árbol, había ramas cuidadosamente puestas junto con troncos que formaban un círculo. Con sumo cuidado, el Zorro ayudado por el gato, las apartaban para entrar en el pasadizo secreto del bosque. El topo que allí habitaba salía a recibirlos y sabedor ya de lo que pasaba y los invitaba a entrar en lo que consideraba su casa, una galería perfectamente diseñada para cruzar la montaña por sus entrañas. Más de dos horas tardaron en asomar al otro extremo por galerías desniveladas y resbaladizas. Rock, que todavía no tenía la suficiente fuerza en sus patas, llevaba la lengua fuera por el esfuerzo que empleaba en mantener el equilibrio, provocando las risas del Zorro, viendo cómo Rock se creía adulto y valiente, siendo un ingenuo del peligro que los acechaba. Los lobos se agrupaban.

La maga Juaca terminaba su pócima azucarada para los niños. La primera en probarla fue Lydia, seguida por Julio, por Isma y a regañadientes María. No pasó mucho tiempo, cuando ya entendían a Oriamendi como le preguntaba a Alonso, que hacían con ellos. No podían llevarlos al zoo porque sería muy peligroso para ellos. Ningún humano adulto debía saber de su existencia. Ismael se apresuró a cortarles la conversación

¾    Pero nosotros debemos de ir al zoo. Nos estarán buscando.

¾    ¡Entenderlo, por favor! Nosotros no podemos acercarnos al zoológico o los humanos adultos nos llevaría a laboratorios para analizarnos y nos matarían. Todo lo que podemos hacer por vosotros es cuidaros hasta que vengan al bosque a buscaros, entonces nosotros nos esconderemos y estaréis a salvo. Pero aquí no podemos pasar la noche, así que tendremos que seguir por las montañas.

¾    Nosotros ya sabemos que existís y seremos adultos y os recordaremos. ¡Además! No podemos alejarnos mucho del zoo o no nos encontrarán

¾    Confiar en nosotros. Venir Isma y tú, que los pequeños no nos oigan. Los lobos están hambrientos y andan cerca y si nos quedamos aquí, nos encontrarán ellos antes que vuestros padres. Y otra cosa, cuando seáis adultos, solo recordaréis que os perdisteis en el zoo y qué os encontraron.

Emprendieron la marcha, esta vez Ismael iba por delante de los pequeños cerrando Lydia, que controlaba que no se apartaran de la fila. La caminata fue larga, pero al salir de la montaña vieron un oso, el hermano de Güili, el primer oso que se habían encontrado.

¾    ¡Hola, amigos! Soy hermano de Güili. Os acompañaré.

Los subió sobre sus lomos atravesando la montaña por galerías relativamente grandes para la cabida de un oso a cuatro patas, que los tejones del bosque habían construido en un día. Los duendes se pusieron en el cuello del oso y la maga iba sobre su barita y de paso iluminaba las galerías tejoneras.

Los niños aventajaban a Rock en dos horas de camino. La preocupación de María era saber si Rock los encontraría.

¾    No creo. Estaba en el coche, así que no puede saberlo. Estate tranquila que de lo que si estoy segura es que mamá y papá nos encontrarán. Hoy ya no, pero mañana ya estaremos en casa, y nos reiremos.

¾    Isma, tengo frio y hambre

¾    Ya lo sé Julio, yo también tengo hambre. Preguntare a los duendes si podemos comer algo. Toma mi chaqueta, yo no tengo frio.

¾    Tener paciencia. Llegaremos enseguida a la salida y hay un rio. Pescaré para vosotros -contestó el Oso al oírlos.

¾    A mí no me gusta el pescado -respondió Julio.

¾    Si tienes hambre los comerás -replicó el Oso.

Llegaban a la salida de la montaña cuando la noche se echaba encima. Los búhos, las liebres y los tejones asomaban intrigados por lo que habían oído de los humanos. El Oso, dio un gruñido que atemorizó a todo el que se acercaba para irse tranquilo al rio dejando a los duendes el cuidado de los niños. Para entretenerlos, los duendes, enseñaban a los niños a encender el fuego. María se aburría y no dejaba de llamar en silencio a Rock.

Rock, estaba muy enfadado consigo mismo por no alcanzarles debido a sus jóvenes patas, hasta que vio una luz que entraba en la montaña. Asomaba el topo dando el aviso a su primo para que continuara guiándolos por la nueva montaña. El Rebeco, desde la cima vigilaba a los lobos que se estaban aproximando, cuando oyó el vuelo de un águila que se le acercaba.

¾    Los humanos están a dos montañas contando esta. Si quieres les aviso de que os esperen.

¾    Te lo agradezco, águila. Avísales y diles que nos esperen si pueden, y que se pongan a recaudo. Los lobos se están acercando.

El águila se fue hasta el Oso a contarle lo que había hablado con el Rebeco y para que informara a los duendes.

¾    Vienen refuerzos para ayudaros, y también viene el cachorro canino que tienen los humanitos. Tenemos que esperarlos escondidos, están saliendo de aquella montaña y los lobos les siguen los talones.

¾    ¡Niños! -Alonso los reunía a todos ¿Tenéis un perro?

¾    Sí -contestaba Lydia.

¾    Se llama Rock, y es un pastor alemán -contestó María.

¾    Pues os está buscando, anda por aquella montaña. Si queréis lo esperamos y de paso descansamos un poco. El cachorro será avisado de que estáis aquí.

¾    ¿Y porque no vamos nosotros hasta él? El zoo está más cerca.

¾    Ismael, ya hablamos de lo peligroso que es para nosotros y solos con el perrito seréis presas fáciles para los lobos. Ya encontraremos una solución para llevaros junto a vuestros padres. Tener paciencia.

¾    El Oso ya viene con cuatro peces, atizar el fuego para la cena.

Pasaron cuatro horas hasta que Rock y sus nuevos amigos, llegaron hasta ellos. Los duendes mantenían el fuego vivo que los calentaba y ayudaba a cocinar el pescado para satisfacción de sus estómagos que ya no protestaban. Hasta Julio, que no le gustaba, repitió cena. Los duendes les enseñaban canciones del bosque y los niños adivinanzas. Mientras que el Oso vigilaba con un ojo abierto y otro cerrado, cuando vio llegar a los refuerzos. Rock quería ladrar de alegría, pero sabía que de ninguna manera podía hacerlo. Sería dar pistas innecesarias a los lobos de la posición que tenían. Llegaban a la cueva silenciosamente, siendo Lydia la primera en verlos. Se levantó y gritando su nombre fue hasta él corriendo, Rock se apresuró para que Lydia no saliera de la cueva y dejara de gritar. Los duendes, que estaban de espalda a la entrada, no los habían visto y lamentaron no haber podido evitar los gritos que, junto a Lydia, el resto de los niños hicieron. Se miraban unos a otros a expensas de los niños que seguían acariciando y besando a Rock. Temían lo peor, los lobos ya sabían su posición. El Rebeco hizo seña a los duendes y a la maga para que salieran de la cueva. El Oso escuchaba tumbado.

¾    Amigos tiene razón el Rebeco, es mejor apagar el fuego y marchar de aquí lo antes posible. Oriamendi, Alonso habrá que borrar todas las huellas.

¾    Mi hermano viene de camino con unos primos y algunos asturcones.

¾    Oso, agradecemos toda la ayuda posible, pero si somos realistas, llegarán demasiado tarde. Los lobos les llevan una gran ventaja.

¾    Entonces ya está decidido, limpiaremos la cueva y partiremos.

¾     Oso pienso que iríamos más rápido si tú llevas a los humanos hasta donde puedas. Yo iré por las montañas y os esperaré a la salida de ellas. Si no estoy cuando salgáis, correr o esconderos, será la señal de que yo estaré muerto y los lobos andan cerca.

¾    Yo lo siento, pero debo despedirme de vosotros. Otros seres del bosque necesitan de mis pócimas para curarse. El águila, me avisará si estáis en peligro. Ahora los tejos serán vuestros guías por las tejoneras de las montañas. ¡Y tu gato montés!, como hagas alguna de las tuyas, volveré y te convertiré en rata para que les sirvas de alimento a los tuyos. Protege a los niños.

El Gato Montés se ponía de puntillas sobre las cuatro patas, los ojos se desorbitaban, el pelaje se levantaba hasta que los sentidos se sosegaron para salir corriendo y esconderse detrás del Zorro, para risas de todos menos de Rock que había escuchado a los duendes y al rebeco. Los lobos sabían su posición y solo era cuestión de tiempo que los alcanzaron. Apartó del grupo al Zorro y le contó su idea con la esperanza de que lo ayudara.

¾    ¿Te has vuelto loco? ¡Insensato! Nos ganan en número y son más fuertes. Olvídalo

El Gato Montés que escuchaba al Zorro preguntó de qué hablaban. Rock le contó al Gato su idea, contestándole el Gato lo mismo que el Zorro. Rock comenzó a dar vueltas por la cueva mirando a los niños. No tardando mucho, Rock salió de la cueva volviendo por donde habían venido. El Zorro que estaba pendiente de él, avisó al Rebeco de los planes de Rock. El Rebeco meneaba la cabeza desaprobando lo que Rock había hecho, pero ahora alguien debía de ayudarlo. Así que sin perder tiempo se fue hasta el Oso.

Rock bajaba una ladera cuando vio la manada de lobos aullando en señal de victoria, las presas, pronto caerían en sus garras. Los lobos, cercaban Rock dirigidos por el más fuerte, que les contaba: “Los cachorros humanos no deben de estar muy lejos” Rock, sabía que estaba en desventaja, eran demasiados para un perro tan joven e incluso para un perro veterano. Se enfadaba consigo mismo: “Piensa, piensa” No terminaba de decir la frase cuando aparecían a su lado el Zorro y el Gato Montés guiñándole un ojo. Ya eran tres en desventaja.

Fuera de la cabaña el Rebeco hablaba con los duendes y el Oso.

¾    El cachorro es valiente. Oso te pongo al mando e iré a ayudarles. EL Zorro y el Gato ya salieron. Oriamendi, Alonso y yo tenemos un plan para poder salir de esta. Oriamendi fue a hablar con los tejones para que junto con los topos hagan una fosa, lo suficientemente grande como para que caiga los lobos.

¾    Rebeco, los lobos no son tontos y verán la fosa.

¾    Amigo Oso, está todo previsto, ¿verdad Alonso? Subiré a la cima y hablaré con el azor para pedirle ayuda. La idea es que las aves tapen la fosa con ramas y hojas, de tal forma, que no se note. Hacen los nidos perfectos así que pueden hacerlo.

¾    Rebeco el plan está muy bien si nos ayudan, pero no deja de ser muy peligroso. El Oso no podrá con todos y alguien no volverá.

¾    Alonso lo sé. Pero si todos quedamos aquí, ninguno volverá con vida. El perro está demostrando que es el más valiente y tiene razón, alguien tiene que alejarlos de nosotros, aun sabiendo, que no van a volver. El perro igual piensa que sí, pero el Zorro y el Gato saben que alguno o ninguno volverá, y, aun así, fueron en su ayuda y en la nuestra. Como dicen los humanos, la suerte está echada. Voy con ellos.

¾    Un momento Rebeco. ¿Dónde será la fosa? Lo digo porque viendo los que son, tiene que ser grande y lo más cercano es debajo de aquella montaña, donde pastáis los rebecos.

¾    No puedo hacerles eso a mi familia.

¾    Si quieres salvarnos debes hacerlo. Es el único lugar y siempre lo puede arreglar la maga Juaca. Puede dejarlo como está ahora.

El Rebeco habló con el azor, levantando éste el vuelo, antes de que el Rebeco terminara. No había tiempo que perder. El azor bajaba hasta el Oso para que le indicara el lugar exacto y pasar la información a todos los animalitos del bosque que los quisieran ayudar. Casi todos se unieron menos las ratas que tenían demasiado miedo a los lobos como para traicionarlos. Las aves susurraban al oído todo lo que planeaban y los topos se unieron a los tejos para cavar la fosa sumándose las águilas, de dos en dos, para llevar las ramas más largas que sirvieran de base. El azor era el encargado de dirigir la obra al lado de un águila que ponía orden.

El Rebeco llegaba a la altura de Rock con una sonrisa de complicidad e indicándoles a los tres que corrieran montaña arriba hasta una altura prudencial, para luego bajarla casi volando y de esa manera romper el cerco de los lobos. En la bajada, el Gato se quedó enganchado en una rama, cosa que aprovecharon los lobos para capturarlo. El Zorro tiraba de Rock, ya nada podían hacer por él. Corrían cuando la familia del Rebeco aparecía para hacer juntos la estampida. Los rebecos, arropaban a Rock y al Zorro, corriendo sin mirar atrás. Los lobos daban alcance a los rebecos rezagados aullando su victoria dejando que el resto de la manada siguieran persiguiendo a los demás rebecos que los llevaban hasta la fosa de la explanada. El águila daba el aviso de la llegaba. Todos los animalitos se escondían dónde podía. sin levantar sospecha de la trampa preparada. Los rebecos, Rock y el Zorro al acercarse dieron un brusco giro rodeando la fosa sin que los lobos se dieran cuenta de la trampa. Los lobos caían en ella, aullando de rabia. El Rebeco y el Zorro, miraban a Rock que estaba herido al pelear con dos lobos que acosaban a un chivo. El Rebeco le daba las gracias, por salvar a su hijo. Rock no las aceptó, sino que se las dio él a los dos, y a todos los animalitos del bosque. Gran parte de la manada estaba en la fosa, pero seguían sin aparecer los niños, los duendes y el Oso. El azor bajaba hasta ellos para avisarles: “Unos cuantos lobos están rodeando la cueva y el Oso os está llamado. No sabe si podrá aguantar mucho.” Todos se pusieron en camino para otra estampida, cuando aparecía Güili, con unos cuantos osos y asturcones, es su ayuda. Éstos, relevarían a los rebecos en la segunda estampida desde la cueva para salvar a los niños. Los asturcones, nobles caballos de patas cortas y fuertes, que eran más rápidos, llegaron con bastante ventaja, para aliento del Oso y de los duendes. Los niños estaban paralizados, Lydia miraba a todos lados cuando vio a Juaca, la maga, y avisó de su llegada, llamando la atención de los lobos, que volvían la cabeza para verla y comprobar que llegaban los asturcones. Juaca con su barita, hizo que los osos corrieran más deprisa y llegaran a tiempo, cosa que hicieron rugiendo, dando aviso de su llegada. Los lobos al oírlos se miraban unos a otros, y dos que habían entrado en la cueva, a los que, los duendes, Isma y Lydia se enfrentaban con palos y fuego, se aterrorizaron, y metieron el rabo entre las patas, salieron para unirse a la manada. Los lobos bajaban la montaña lo más rápido posible para caer delante de los osos, que de zarpazos los elevaban por los aires, lejos de ellos. Los que podían huían despavoridos, para felicidad de los niños que aplaudían la victoria de los suyos. Rock ladraba subido a lomos de un asturcón, ayudándolo Lydia y el Oso a desmontar. Lo abrazaban, lo besaban y les daba las gracias por su valentía, que les había salvado la vida. Los duendes buscaban al resto de los que habían partido, pero solo el Rebeco y Rock volvieron con vida. El Zorro se enfrentaba a los últimos tres lobos que cercaban la cueva, que, al oler la sangre de su amigo, lo atacaban. Rock, al verlo malherido y en las garras de los lobos, lloraba y a gritos le daba las gracias. Al Zorro le dio tiempo a decirle.

¾    Sálvate y ve con ellos. Diles a los humanos que los zorros no somos tan malos, solo somos inteligente para no pasar hambre. Que ningún animal del bosque, ni tan siquiera los lobos, matan por el placer de matar sino por la necesidad de comer ¡Corre amigo!

Rock se acordaba de lo que le había dicho su amigo, el Zorro, y habló con la maga para que lo que les iba a decir no lo olvidaran, como el resto de la aventura. Juaca lo tranquilizó: “Así se hará. Tú les dirás, lo que no quieres que olviden, mientras tomaran la pócima”. Terminó de elaborar la pócima y se la dio a los duendes para que la tomaran antes de que volvieran al zoo.

Los asturcones, se echaban para que los niños montaran sobre sus lomos y llevarlos cerca del zoo. Por el camino los animales les iban enseñando silbidos que ellos hacían y los sitios más bonitos, a los que no había llegado el hombre. Todos les contaban sus miedos cuando aparecían por el bosque los humanos y con ruidos, los mataban sin mirar si eran cachorros o adultos. Los niños lloraban y les pedían perdón por la crueldad con la que los trataban. Ellos usan sus terrenos, pero el hombre es ambicioso y también quiere los de ellos.

Llegaban donde ya se oían voces humanas, Güili los paraba.

¾    ¡Hasta aquí! Amigos humanos, amigo perro, ahora tenéis que ir a pie. Humanos no correr mucho, el perro se desangrará si lo hacéis. Darme un abrazo y espero que cuando seáis adultos no vengáis con cosas ruidosa que nos matan. Espero volver a veros.

Los niños parecían leerse los pensamientos, y todos a la vez.

¾    Volveremos, pero no a cazar sino a decir que somos vuestros amigos. Gracias amigos. ¡Hasta pronto!

Todos se abrazaban a los niños, los duendes lloraban de tristeza se habían encariñado con ellos, en especial con los pequeños. Todos se despidieron hasta el azor y el águila que bajaron para abrazarlos con las alas. Los duendes le decían a Rock que se pusiera con ellos, para que les fuera diciendo lo que no debían de olvidar, mientras les daban la pócima del olvido, de la maga Juaca. Todos tomaron la pócima con sabor a fresa, sin rechistar.

Se alejaban los niños entre lágrimas, y Rock con el dolor de la herida y el nudo en la garganta por los amigos que había perdido. Rock no olvidaría la aventura, pero ya no podría hablar con ellos como en el bosque y eso también lo entristecía, aunque se haría entender como antes de perderse en el zoo. Se acordaba de todos y en especial del Zorro, que, a pesar, que la primera vez que se vieron se pelearon, dio su vida por él. Los niños iban despacio hasta que Isma se acordó que en las películas llevaban a los heridos en camas. Unieron las chaquetas y en ella pusieron a Rock llevándolo Lydia delante e Isma detrás con María y Julio sujetándolas por los lados, cuando una pareja de la Guardia Civil oyó a los niños a los que respondieron y pidieron que siguieran hablando hasta llegar a ellos. Al llegar, examinaron a los niños en busca de posibles heridas. Los niños solo tenían pequeños rasguños de algunas ramas, pero su sorpresa fue al mirar a Rock, no daban crédito la guardia civil, sobre todo el de más edad, que por su experiencia sabía que eran mordeduras de lobos. Miraban a Rock y miraban a los niños.

¾    No puede ser. Ahora creo en los milagros… ¿Cómo es posible que los niños solo tengan pequeños rasguños y el perro esas heridas?

¾    No lo sé, pero están vivos. Y el perro también.

Los agentes abrieron una manta y en ella pusieron a Rock para llevarlo entre los dos. A los niños ya les flaqueaba las piernas, los pequeños estiraban los brazos para que los grandes los llevaran.

Nacho y José salían cuando oyeron al guarda del bosque hablar con la guardia civil. “Los encontraron. Están bien”.  Cris caía sentada con las manos tapándose los ojos. Nacho y José se abrazaban como diciendo “¡Ya te lo dije!” Miraron a Cris que seguía en su mar de lágrimas y fueron a abrazarla. Hasta que vieron al veterinario que llegaba a la cabaña. José supo que Rock venia herido, la tensión volvía a ellos. Nacho cogía la mano a Cris.

Llegaban a la cabaña, los agentes con los niños y Rock. Todos corrían a abrazarse y besarse. Cuando Cris vio a Rock con las heridas tapadas, preguntó si los niños también estaban heridos. Todos dijeron lo mismo. “Rock nos salvó. Es nuestro héroe” El veterinario se hacía cargo de él, echando a todos de la cabaña excepto los agentes, para que lo ayudaran.  “Es una roca, pueden estar tranquilos”, les dijo a todos mirando a Rock. Lo curó y recomendó que cuando llegaran a casa lo llevaran a su veterinario para que siguiera con las curas. Se pondría bien, solo le quedarían dos cicatrices.

Con todos dispuestos para volver a casa, los niños echaban la última mirada al zoo, del que apenas recordaban nada. Rock dio un ladrido todo lo fuerte que pudo para despedirse de sus amigos, al cabo de unos segundos, asomaron el águila y el azor que volaban sobre ellos y se oyeron a los osos rugir, a los rebecos berrear, a los zorros aullar y a los gatos maullar. Rock, sonrió desde la ventanilla, volviéndoles a dar las gracias.

FIN