EL REENCUENTRO
El otoño acariciaba la
piel tostada de Dalia, una mujer de ojos asiáticos, pómulos prominentes y
sonrisa cálida. Su piel cuidada a pesar de los vaivenes a lo largo de su vida,
disfrazaba sus frustraciones y sus miedos con una mirada penetrante y una
indumentaria femenina y cuidada hasta el último detalle. De estatura media-
alta con las curvas marcadas en un cuerpo delgado. Sus piernas finas y manos
grandes, debidamente cuidadas a base de cremas que usaba a diario. Viuda y con
dos hijos se debatía entre las costumbres ancestrales de sus antepasados
orientales y el consumismo moderno de sus recientes raíces occidentales. Sus
padres habían procurado darle estudios, hasta que se licenció en periodismo,
abandonándolo cuando se caso. Madre de dos hijos independientes y casados,
tenía el hobby de malcriar a sus nietos cuando estos iban a visitarla. Dalia residía
en Madrid donde podía estar rodeada de diversas amistades, pasando desde la
farándula hasta el político de moda del momento, sin olvidar a los amigos de
tribus urbanas, que habían pasado tiempo entre los muros de la trena.
Amanecía cuando los rayos
solares se colaban por la ventana de Dalia que siempre dejaba entreabierta.
Nunca se levantaba más tarde de la seis de la mañana. Su lema era --“Aprovecha el día todo lo que puedas que ya
descansarás, cuando te mueras”- No tardaba mucho en apartar las sábanas y
ponerse en pie, camino de la cocina a preparar el té hindú que tanto le
gustaba. Siempre tenía la misma rutina pero hoy tenía una cita con una amiga de
la infancia y que hacía tiempo que no veía, Belén se llamaba.
Belén era de estatura
media con ojos marrones y tez blanca y con un cuerpo de hombros más bien
estrechos y caderas anchas. Era autodidacta y gran conocedora de culturas
ancestrales y ahora estaba entusiasmada en el aprendizaje de las artes
adivinatorias. Belén estaba casada con un diplomático teniendo por casa el
mundo, sin un lecho fijo que durara más de dos meses. Solo la jubilación de su
esposo hizo que Sevilla fuera su residencia fija. Hoy Belén llegaba a Madrid
para supervisar su nueva casa y de paso saludar a su amiga. Su aspecto no descubría su edad, lo que la
hacía vestirse con ropa cómoda y juvenil. De profesión profesora, carrera a la
que dedicó sólo dos años para dedicarse en todo momento a las necesidades de su
esposo. Él, que apenas estaba en casa, la hacía tener mucho tiempo libre y
siempre con las maletas hechas, por lo qué se sumergía en el mundo de internet,
conociendo nuevas y apasionantes amistades internautas, llegando a sumirse en
el misterioso mundo de la magia y artes adivinatorias. No había libro sobre
aventuras o leyendas del más allá, que no hubiese leído. Tema, que cuanto más
sabía más le apasionaba.
Dalia vivía en el
barrio de los Austrias, cerca de la Puerta del Sol. Barrio que le traía gratos
recuerdos de su etapa estudiantil a Belén. Cada paso que daba, les traía a la
memoria a sus compañeras, a aquel novio que prometía un futuro grandioso y del
que nunca más supo, a los serenos que vestían con capote gris y una gorra de
plato. Atadas al cinturón iban las llaves de los vecinos a los que siempre
abrían las puertas y una linterna. Los serenos daban seguridad a las calles y
confianza a los vecinos que en ellas vivían. Era un agente social al que acudía
para casi todo. Un antaño del que pocos se acordaba. Llegaba al portal cuando
se paró a dar una mirada a la pastelería que por muchos años que tenía seguía
teniendo su clientela. Dalia abría la puerta con una sonrisa de oreja a oreja a
su amiga, extendiéndole los brazos para las dos fundirse en ellos. Belén pasaba
al salón mientras Dalia preparaba la ceremonia del té.
Ya las dos en el salón, Belén
tomaba el té con la mirada perdida, al cabo de dos frases seguidas se ausentaba
cosa que iba molestando a Dalia.
¾
Belén ¿Estás bien? (Dalia subía sutil pero
enérgicamente el tono, en señal de molestia, terminando con una sonrisa
irónica) No me estás prestando atención.
¾
Si Dalia.
(Belén hizo un pequeño silencio) Bueno no del todo…
¾
¡Pues te escucho! Soy todo oído ¿Qué
ocurre?
¾
Es que no sé si debo contarte… Puede ser
peligroso (Belén tanteaba a su amiga)
¾
Sabes que soy periodista y que mi primer
mandamiento es no desvelar los secretos que me cuentan. Confía en mí.
¾
Hace seis meses que conocí a un amigo a
través de internet. Éste amigo, me envió un paquete con un objeto donde me
explicaba su significado y todas las instrucciones que debía de seguir. Mi
cometido es encontrar las gemas sagradas y colocarlas en un lugar, que aún no
descubrí, en torno a esto (Belén sacaba del bolso una piedra preciosa) Como ves
es un diamante único, sacado hace siglos, según cuenta una leyenda, de las
Islas de Andamán. Cómo sabes, aunque perteneciendo a la India están más cerca
de Tailandia. Otro día te hablaré más de ellas, tiene una historia apasionante.
¡A lo que iba! Este diamante con este
azul tan peculiar, es lo que hace que sea un gran conductor de energía, debido
a la impureza que tiene de boro, se le conoce como El Gran Adamas. A partir de
ahora cuando te hable, de él, lo haré así. Al Adamas, le unes las doce gemas
del zodiaco colocándolas en el sentido de las agujas del reloj, te abren un
puerta al pasado, que en buenas manos, podremos mejorar el presente o por el
contrario llevarlo a su destrucción. ¿Entiendes el poder que posee y el peligro
que conlleva?
¾
Sí ¿Pero no te suena fantástico? (Dalia la
miraba con ternura y con la voz más sutil que podía) Ya sabes que soy agnóstica
y eso me suena más, ¡no te enfades!, a película de Hollywood que a algo real.
¿Te paraste a pensar que puede ser un timo o una broma? ¿Diste dinero?
¾
No, no seas incrédula y tócalo (Dalia al
coger el diamante sintió un calor a lo largo del brazo que le llegaba hasta el
hombro. Esta sensación la hizo soltarlo bruscamente, abriendo la mano y dejándolo
caer. Belén que se lo temía, lo cogió por los aires) Dime que otro diamante
hace esto. Es un diamante en bruto que por su peculiaridad y por las caras que
tiene lo hacen ser milenario. Se encontró cerca de un lago, del que los nativos
piensan que sus aguas son medicinales, y las tribus que por allí habitan no
permiten que nadie se acerque. Es un misterio y creo que la puerta por donde
regresar al pasado se encuentra allí, pero todavía me falta por encontrar la
gema de cáncer que es la Aventurina.
¾
¡Vale! ¿Si te ayudo a descubrir dónde está
la puerta podré saber que fue primero si el huevo o la gallina? (Dalia trataba
de desdramatizar la tensión de su amiga)
¾
¡Dalia, no te rías! El Gran Adamas se
puede utilizar para bien o para mal, ya te lo comenté… Si cayera en manos
inapropiadas puede ser más peligroso que la bomba atómica. De hecho hay
manuscritos que dicen que el Gran Adamas vino del espacio de otra galaxia no
todo confirma que es un autóctono de la India. Sus poderes son muy valiosos
para científicos o para depravados que solo buscan el beneficio propio. (A
Belén le temblaban algo las manos, síntoma de su gran nerviosismo sabedora que
estaba en el umbral de encontrar la última gema) Confío en ti, Dalia Por favor
guárdamelas hasta que te las pida. Solo falta una.
Había pasado dos meses
desde la visita de Belén a Madrid, cuando esta llamó a Dalia para que fuese a
visitarla a Sevilla. Dalia le comunicaba que lamentándolo mucho iría con sus
dos nietos ya que su hija estaba de viaje.
Llegaban a la estación de
Santa Justa, en Sevilla, saliendo del tren con paso sereno entre el gentío que aceleraba
en busca de un taxi. Dalia pendiente de los niños espero poco tiempo a que un
taxista los viera y los llevara a casa de su amiga. Paró un taxi, Dalia subió a
los niños en los asientos de atrás, y éstos alborotados, se apresuraban a mirar
por la ventanilla, como los caballos paseaban con garbo por las calles no
parando de hacer todo tipo de preguntas a la abuela, entre risas y peleas, en
cada respuesta. A Dalia, al pasar por el puente de Triana, le llegaba el olor a
azahar que impregnaba el ambiente, haciéndola recordar la última vez que había
estado con su marido y lo mucho que disfrutaban de los tablaos flamencos. Como
entonces, en Sevilla se olía a amor, se respiraba alegría.
Ya en la casa, Belén los
acomodaba es sus habitaciones contiguas donde los niños estarían controlados
sin que las molestara. Marco y Manuel eran muy diferentes, siendo Marco el
mayor, el más responsable y el más decidido a la hora de las aventuras, pocas
cosas lo asustaban. Manuel era más travieso e indeciso, si no estaba seguro de
entrar en la aventura o subirse a cualquier atracción de feria, no lo hacía,
pero si le gustaba competir con su hermano, con la picaresca de las trampas,
cosa que si no hacia no ganaba. Dalia les había prometido que si se portaban
bien los llavearía al Parque de atracciones de Sevilla.
Mientras los niños
jugaban con las consolas, Dalia y Belén tomaban el té en el patio que estaba al
descubierto. Entre sorbo y sorbo Belén le iba contando a su amiga todo lo
averiguado sobre la última gema y donde la había encontrado, en un pueblo
lejano de EE.UU en el estado de Illinois, cerca del rio Mississippi. Mientras,
los niños estaban aburridos de jugar con el juego que ya sabían de memoria,
hizo que Manuel se levantara reprendiéndole Marco, al que sin hacerle caso, se
fue a explorar la casa. Una finca grande decorada de estilo mozárabe y
cartujano, los adoquines que figuraban en las paredes parecían más expresar un
mapa que un motivo decorativo. Manuel vio un paquete pequeño del que asomaba
una piedra de color verde, la piedra le pareció bonita e incitaba a cogerla,
cosa que sin vacilar hizo, para salir corriendo hasta llegar a la habitación en
la que estaba Marco para mostrársela. Éste al verla, recordó que vio piedras
parecidas a esa, en el salón de la casa. Aquellas piedras también eran de
colores y levantándose, le indicó a su hermano que lo siguiera sin hacer ruido.
Manuel estaba alterado ante el nuevo juego, iban en busca del tesoro del pirata.
El salón era amplio con
muebles de época con maderas nobles, el verde claro de las paredes jugaban con
los rayos solares que entraban por el balcón, iluminando toda la estancia y
dándole un toque de alegría a la decoración,
¾
¡No metas ruido, tonto! Si nos ven no
capturaremos el tesoro y el capitán Barba Roja nos lo quitará. (Marco se
llevaba el dedo índice en vertical hacia la boca en señal de silencio)
¾
No meto ruido pero yo quiero verlas y no
me dejas (Manuel, sin hablar muy alto se enfadaba con su hermano)
¾
Si mira. (Marco se paraba a contarlas y de
reojo vio El Gran Adamas) ¡Mira esta! La mirada de los niños se iluminaba al
ver tan hermosa piedra. Es de cristal, cógela con cuidado que no se rompa y
además está un poco caliente.
Los niños se tumbaron
sobre suelo y con sumo cuidado de no hacer ruido y de no romper la “piedra de
cristal” pusieron esta en el centro y alrededor de ellas las piedras de colores
que habían encontrado. Al colocar la última gema un rayo deslumbrador iluminó
el salón asustando momentáneamente a los niños y llamando la atención de Belén
que corriendo y gritándole a Dalia fueron despavoridas hasta el salón. Una
puerta mágica se abría ante los niños y Marco sin dudarlo, cogió a Manuel,
pasando al otro lado. Dalia llena de temor, no quería hacer preguntas, solo
corría junto a su amiga para poder pasar la puerta y proteger a sus nietos.
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